Capítulo 38: Intermediarios

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CAPÍTULO 38: INTERMEDIARIOS

Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas.

Victor Hugo


Aún no entendía qué motivo podía haber detrás de que su jefe prefiriera usarla a ella de intermediaria para hablar con aquel hombre en lugar de comunicarle él mismo sus indicaciones por vía telemática. Pensaba que con algunos de sus recaditos la pondría a prueba pero por más que intentaba buscarle la complejidad a aquello no conseguía verla. Más que difíciles se podía decir que esas pequeñas misiones eran tediosas e inoportunas. La habían ataviado de pies a cabeza con ropa de marca, rozando la alta costura incluso, para hacerla pasar por una mujer de negocios y de elevado poder adquisitivo, pero, en funciones, aquel peculiar hombre la trataba como si sólo fuera una simple recadera. Únicamente la mandaba de un sitio a otro de la ciudad para que ella, o bien informase a una determinada persona, o por el contrario le transmitieran los datos que su jefe quería conocer.

Sin embargo, tenía la corazonada de que aquella charla que ya había concertado con el que parecía ser su "subordinado" iba a ser mucho más relevante de lo que a simple vista pudiera aparentar. No sólo por el hecho de que hablaría con alguien inferior a ella, según Sr le había hecho creer, sino que el asunto a tratar parecía ser de extrema importancia para él por lo que curiosidad era lo mínimo que podía sentir.

Sabina se paró unos segundos delante de las instalaciones de la Unidad de Emergencias de la Comunidad de Madrid. Impactantes por fuera, sobrecogedoras por dentro. En menos de dos días era ya la segunda vez que las visitaba, aunque su centro de atención no estaba puesto sobre esa conjunción de acero y cristal que configuraba con maestría aquella colmena de agentes que velaban por la seguridad ciudadana, sino en la propia hormiga reina.

"Para ser mi subordinado tiene un puesto más que envidiable", fue el primer pensamiento que se le vino a la cabeza cuando su jefe le comunicó quién iba a estar bajo sus órdenes. Sin embargo, ella nunca había mostrado su desacuerdo con nada de lo que Sr le decía y aquella no iba a ser la excepción. Sabía que si estaba en ese cuerpo era únicamente por él y por aquel muchacho que trabajaba con ellos. No tenía noticia de qué había sido de las otras cuatro almas que habían aceptado junto a ella el pacto que Lázaro les había ofrecido, pero en su caso no había tenido la menor duda. Desde el primer momento se había mostrado obediente, sin preguntar más de la cuenta y sobretodo sin dejarles ver en ningún momento cuáles eran las intenciones por las que había querido volver a la vida.

—Simplemente porque quiero vivir de nuevo y no cometer los errores de mi vida anterior. ¿No es ese motivo suficiente? —le había dicho con determinación al que era su jefe cuando quiso saber qué le había movido a querer unirse a su "empresa".

—¿No es entonces por ningún asunto pendiente que te quedara sin resolver? —le había preguntado él escudriñándola con sus ojos azules como si no se hubiera creído ni una sola palabra de su contestación.

—Quiero empezar de cero, Sr. No creo que sea tan difícil de comprender —Sabina se había dispuesto a dejar atrás el mínimo resquicio de debilidad y supo desde el principio que si mencionaba a su hija Claudia o algo relacionado con la familia Beltrán podrían utilizarlo en su contra.

Durante su estancia en el hotel de su jefe o en cualquiera de sus misiones se mostraba fría, sumisa, al fin y al cabo como la gran mayoría de los que también trabajaban allí. En cambio, cuando conseguía escaquearse durante unas horas, se aseguraba de que nadie la siguiera o que no hubieran puesto ningún tipo de rastreador en su indumentaria para acercarse un poco más a su hija y poder así sacarla del agujero de falsedades e hipocresías en el que se encontraba metida por su culpa.

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