Capítulo 49: A dos voces

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CAPÍTULO 49: A DOS VOCES

¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

Jorge Luis Borges


—¿Está Sr en su despacho? —le preguntó Sabina a la recepcionista del hotel nada más poner un pie en el hall.

—Sí, acaba de llegar —le comunicó Lorena sin molestarse ni siquiera en levantar la mirada de la pantalla que tenía frente a ella.

Sin decir nada más se fue directa hacia los ascensores pero la recepcionista volvió a hablarle al ver cuáles eran sus intenciones:

—Te advierto que no vas a encontrar a Sr como tal cuando subas.

Sabina se giró hacia ella sin comprender qué le quería decir Lorena con aquello:

—¿Cómo que no le voy a encontrar como tal? ¿Está o no está? Eso es lo importante. Necesito hablar con él.

—Yo solo te digo que no vas a encontrar al Sr que habías conocido pero que es él igualmente.

—Bueno, déjalo. Sigo sin entender nada así que mejor subo y ya lo veo yo por mí misma —le contestó Sabina volviéndose de nuevo hacia el ascensor.

La joven intentó dejar la mente en blanco mientras subía las 39 plantas. No quería pensar en las imágenes que había visto reflejadas en los paneles del edificio contiguo, ni en los miles de personas que podían haber perdido la vida por un accidente en el que ella misma parecía haber participado.

Ni siquiera quería recordar la imagen de su hija o de las arpías por las que había decidido aceptar aquel pacto del demonio. Nada absolutamente podía pasar por su cabeza mientras hablaba con él. Era demasiado hábil y cualquier sentimiento por ínfimo que fuera podía poner en serio peligro su tapadera.

Cuando las puertas del ascensor se volvieron a abrir, una mujer fría y sin el más mínimo rastro de indecisión en sus movimientos salió de él.

—¿Ves ahora lo que te decía? —Una voz masculina le indicó que no era ella la única que había decidido hablar con su jefe.

Por un momento pensó en volverse a meter en el ascensor y esperar a que estuviera totalmente sólo para conversar con él. Sin embargo, cuando buscó la procedencia de aquella voz y vio que no era otro sino el propio Lázaro la curiosidad le hizo cambiar de opinión.

—Si tu alma fuera tan fuerte como crees que es no sería yo el que estaría hablando. Podrías controlar este cuerpo y ser tú el que toma las decisiones, no yo —continuó diciendo el joven. Se encontraba de espaldas a la entrada del apartamento, frente a los ventanales que rodeaban la totalidad de la estancia.

Sabina recorrió con la mirada los alrededores del muchacho buscando a Sr o alguna otra persona con la que Lázaro pudiera estar hablando pero no vio a nadie más en aquella parte del que era el despacho y vivienda de su superior.

—Es una pena, Lázaro. Tenía muchas expectativas puestas en mi recaudador de almas. Al fin y al cabo fuiste el primer alma que logré sacar de un cuerpo que aún no había muerto y siempre me has dado mucha curiosidad. Se puede decir que fuiste mi primer experimento —El muchacho pronunció aquella última frase con un cierto tono de broma.

En ese momento Sabina se dio cuenta de lo que la recepcionista le había intentado avisar: Sr estaba allí, sí, pero ocupando el cuerpo de Lázaro y, al parecer, conviviendo con el propio alma de este último.

—He seguido en todo momento tus pasos, he visto cómo ejercías tu labor en los cementerios de manera envidiable y he podido comprobar que, aún cuando parecías haber sucumbido al control del cuerpo en el que te encontrabas, volvías a resurgir con más fuerza incluso. Te he puesto muchas pruebas, aunque la mayoría te hayan pasado desapercibidas pero hasta mis intentos por matarte se acabaron aliando contigo.

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