Capítulo 41: ¿Qué está en nuestra mano y qué no?

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CAPÍTULO 41: ¿QUÉ ESTÁ EN NUESTRA MANO Y QUÉ NO?


El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

William Shakespeare


Cuando salió de la Unidad de Antiterrorismo sólo podía pensar en Leo y en el perfil que le había aparecido en la pantalla minutos atrás. Las palabras de aquella joven asiática habían acertado de lleno al haberle advertido sobre él pero únicamente había podido despejar sus dudas viendo por ella misma esa doble cara que, durante todo aquel tiempo, el muchacho les había ocultado.

"¿Pero cómo he podido estar tan ciega?" se preguntaba Irene sintiendo cómo la impotencia y la rabia se adueñaban de cada rincón de su ser. "¿Y Vera? ¿Dos años con él y nunca ha visto nada raro en su forma de ser? Un perfil de ese tipo no puede camuflarse tan fácilmente". De forma instintiva, un fugaz pensamiento cruzó su mente: ¿y si ella ya sabía con qué clase de persona compartía su vida pero también había preferido mantenerlo en secreto? Al fin y al cabo no era muy agradable decir que su pareja, que aparentemente parecía perfecta e idílica, había tenido serios problemas con la ley. Una oleada de culpabilidad la invadió sin piedad al darse cuenta de lo mucho que ella le había hablado sobre Óscar y su trabajo ejemplar e incluso de sus discusiones por ser tan responsable con las misiones que le asignaban. Sin embargo, Vera sólo en raras ocasiones había mencionado algo sobre el empleo de Leo excusándose en que trabajaba para una agencia de investigación privada en la que toda la información siempre era confidencial. Pero, ¿de verdad podía haberle ocultado una cosa así? Y lo que era peor, ¿sabría acaso su implicación en el asesinato de Óscar?

De forma instintiva, Irene sacudió la cabeza para desechar aquella estúpida idea. Conocía a Vera, había convivido con ella y habían compartido demasiados momentos como para creer que su amiga había tenido la suficiente sangre fría de haberle acompañado durante todo el velatorio sabiendo que Leo había matado a la persona a la que le estaban dando ese último adiós. También le costaba creer que Leo pudiera haber sido capaz de eso pero lo cierto era que ver aquella información sobre él en la pantalla no había hecho más que reforzar sus dudas y no iba a quedarse sentada mientras él seguía con su engaño.

La chica se pegó al pecho la caja que llevaba con el resto de las pertenencias de Óscar para así liberar una de las manos que la sujetaban y rebuscó en el bolsillo de su pantalón hasta dar con su móvil.

-Vera -Y tras pronunciar aquel nombre en voz alta, la foto de su amiga apareció en la pantalla. Solo le bastaba una palabra: "Llamar", para poner fin a tanto secreto pero se vio obligada a frenar su impulso. Con las prisas para que no la descubrieran utilizando el ordenador de Óscar, había tenido que renunciar a la que era su única prueba por el momento: una fotografía que recogiese la información que completaba el perfil de Leo. Tampoco parecía factible dar con la extraña que se había presentado en el velatorio para pedirle el dispositivo de la Unidad terminando de destruir los escasos trozos de vida que la catástrofe había olvidado masacrar.

"Cuando ya no nos sea de más ayuda tu localizador ten por seguro que te lo traeré de vuelta y espero que también con mejores noticias que las de hoy" le había asegurado la joven asiática antes de marcharse.

En definitiva, no tenía nada que pudiera utilizar para argumentar su desconfianza hacia Leo y mucho menos pruebas que le incriminasen en un asesinato o incluso en el posible atentado que mantenía a la ciudad entera en jaque. Debía encontrar alguna pista que le relacionase directamente, aunque tenía los pies en la tierra y sabía que solo disponía de información que era, cuanto menos, limitada.

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