XXIII: Bro.

24 1 0
                                    

     Katsuki despertó antes que todos en la cabaña. O eso creía. Era muy temprano, lo suficiente para aún el amanecer no hacerse presente. Izuku estaba dormido a profundidad como era de esperarse desde hace tres noches gracias a las terapias. Observó su reloj y marcaban las 5:45am, su estómago gruñía mucho más que su habitual carácter; había comido muy poco mientras su cabeza viajaba en la subasta que se realizaría esa noche a la cual él era participe.

     Odiaba mentirle a Izuku. Lo detestaba pero sentía que debía hacerlo en esa ocasión, le había comentado que esa noche tendría que finiquitar unos negocios relacionados con la empresa de sus padres. Sabía que aquel peliverde no le creyó, pero tampoco se molestó en confrontarlo; Midoriya sabía que algo inquietaba a su Alfa así como también su solitaria forma de resolver los cabos sueltos. Ese día continuaría su entrenamiento con Hanko; el chico ya poseía conocimientos básicos sobre armas y podía defenderse muy bien, pero le faltaba pulirse un poco más si quería acompañar al equipo siendo útil.

     Aquel rubio se levantó de su cama con cuidado buscando sus pantalones y su camisa. Las ropas de ambos estaban esparcidas por el suelo luego de una noche muy especial y muy muy salvaje, tanto que las mordidas de Midoriya en el cuerpo contrario dolían un poco.

     Salió de la habitación duchado y listo para iniciar el día. En su cuello colgaba una toalla la cual era para terminar de secar su cabello. Escuchó el sonido del televisor que estaba ubicado en la cocina encendido, no era el único despierto a esa hora. Cómo era de costumbre siempre tenía en su espalda baja sujetada con su pantalón una pistola, y en ese momento no la tenía consigo.
     Observó de reojo a Kirishima y Hanko sentados en la mesa de la cocina, ambos desayunando mientras que en la estufa estaba preparándose lo que parecía ser un omelette; aquel par de tórtolos estaban acabando con las frutas, siendo el rubio lo suficientemente rápido para tomar de la cesta la última manzana que quedaba.

     Los tres se saludaron como de costumbre y Bakugō decidió estar atento al desayuno que dedujo que sería el suyo y que ambos tontos se tomaron la molestia de hacerle. Aunque para sus adentros, aquel omelette olía delicioso... Y no era el único olor que predominaba en esa cocina. Desde que salió de su habitación y se adentró un poco más al lugar logró percibir el olor a fresas y a chocolate amargo combinados provenientes de ambos, quienes estaban sentados muy juntos.

     —Malditos... ¿No pudieron ducharse antes de bajar? —dice sonriendo de medio lado sin descuidar la estufa.
     —Bro...

     El rubio conocía perfectamente a su rojo amigo. El tono de voz que utilizó para dirigirse a él no fue sereno y divertido como siempre solía ser; ahora estaba más que seguro de que ambos pasaron la noche juntos, no le interesaba de todas formas pero le daba gusto saber que al menos ambas partes intentan acercarse un poco más. Sus ojos se cerraron mientras su sonrisa se mantenía intacta. La había acertado y a lo grande, pero tal y como lo hizo Kirishima al mantener oculto y apoyar su noviazgo con Deku en la preparatoria, ahora debía hacerlo él.

     Terminó de preparar su desayuno y se dirigió hacia la mesa para sentarse frente a ambos, quienes los observaban espectantes, la menor con los ojos muy abiertos tratando de esconder su asombro y el mayor masticando su porción de panqueques no quitaba los ojos de él.

     —Fresas y chocolate amargo ¿Eh? Nada mal.
     —No es lo que...
     —Me gusta —interrumpe a la chica llevándose un sorbo de jugo a la boca con los ojos fijamente en ambos —No soy amante de las cosas dulces pero ésto que huelo es malditamente bueno.
     —¿Qué...?
     —No lo arruines —le guiña el ojo al pelirrojo. Éste sólo sonríe como siempre.

     Hanko deslizó con cuidado su pierna hasta sentir la contraria, en clara señal de no saber y al mismo tiempo entender con exactitud a lo que aquel Alfa se refería. De pronto sintió como la cálida mano del pelirrojo se posaba sobre su muslo izquierdo, algo le hizo sentir serenidad. Estaba bien, podía confiarle ese secreto también a Katsuki.

ANXIETYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora