XI: Sweet Dreams.

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     Tras una fuerte discusión entre la razón y el sentido común. Bakugō Katsuki aceptó que el cirujano de segunda y para colmo de apellido Todoroki estuviese al cuidado de Hanko mientras él en conjunto con sus padres y el Bakusquad indagan más a fondo sobre los miembros del nuevo grupo de Deku.

     Nadie desconocido entra ni sale. Sólo Natsuo y Rei Todoroki estaban autorizados y una enfermera de plena confianza de la especialista cuyo nombre es Asui Tsuyu. Enji esperaba paciente mientras las personas de su interés llegaban, logrando percibir las fuertes pisadas destacantes del heredero Bakugō quien no se inmutó al ingresar a la oficina para de inmediato hacer contacto visual. En la oficina estaba Kendo con un expediente entre sus manos y un enfermero de aspecto perturbador con ojos y una sonrisa inquietante para su opinión. La psiquiatra estaba en sus mejores momentos. Recién cumplido los 24 dotada de atributos hermosos sin olvidar su gran empatía para con todos los presentes. El cenizo chasqueó la lengua con desagrado al presenciar nuevamente que aquella familia se había adelantado a sus planes.

     Kirishima, Shoto, Mitsuki, Masaru, Aizawa, Rei y Bakugō estaban presentes. Eran los más cercanos al peliverde y tanto Eijirou como Shoto eran los segundos al mando de ambos equipos.

     —Escúpelo, Kendo —ordenó Katsuki.
     —¿Seguro que estás listo para ésto, joven Bakugō? —dice Enji elevando una de sus cejas —Puede que no te guste lo que escuches...
     —Las decisiones difíciles requieren voluntades fuertes. Si debo matarlo primero debo saber qué mierda le hicieron —interrumpe mostrando sus ojos de Alfa.

     El líder Todoroki sonrió satisfactoriamente. Las miles de ocasiones en las que había intentando someter al chico habían fracasado; incluso en ésta donde el futuro de su felicidad depende de lo que esté escrito en esas cuartillas blancas e impecables.

     Desde sus 14 Katsuki demostró un dominio completo de sus emociones cuando verdaderamente se lo propone y en ese momento se podía apreciar con verdadera claridad. Aquel chico era tan malditamente bueno en todo que hasta hacia dudar inclusive al sicario más experimentado con sus comentarios astutos y sus expresiones altaneras e infinitamente desbordantes de ego.

     Era un hecho de que la identidad de Izuku aún permanecía oculta y eso era un punto a su favor en el momento de presentar los cargos y aparte de eso contaban ahora con ese expediente; sin embargo, la pieza faltante del rompecabezas era aquella mística droga que aquel chico adicto al fuego logró inyectar en su cuello, de la cual no sabía ni una mierda. No podía ocultar su frustración mientras su mente le recordaba con sumo dolor aquella escena en donde la maldad estaba en todo su esplendor.

     No olvidaba aquella última expresión de aquel nerd en la cual logró percibir muy claramente una expresión de total súplica por ayuda. Si eso era verdad, entonces muy en el fondo de esa máquina de matar en que se había convertido, aún permanecía vivo el Izuku que todos conocían y que sin duda alguna extrañaban.

     Kendo prosiguió a abrir la carpeta y leer detenidamente el motivo de ingreso y los diagnósticos ofrecidos. Sus ojos estaban atentos a cada palabra escrita. Lo que sus ojos expresaron fue auténtico terror. Justamente lo que el rubio sospechaba y cruzándose de brazos decidió seguir escuchando hasta obtener algo que ayudase de verdad.

     —Izuku desarrolló ese trastorno la primera vez que se le sometió a las descargas eléctricas. Pudo haber sufrido también Trastorno de Personalidad Disociativa. De ese no ser el caso, entonces, es muy probable de que sea estimulado para lograr ese objetivo...
     —El maldito pirómano le inyectó algo en el cuello y desde entonces el nerd ha estado actuando de esa forma.
     —¿Algo que posiblemente esté estimulando a otra personalidad para que tome control de su cuerpo? No tiene mucha credibilidad muchacho —espetó Enji imponente.
     —De hecho, si es posible —dice el rubio enfermero —Izuku también tenía ordenado una inyección interdiaria, la cual era suministrada solo por el médico especialista. Desconozco las veces que se le colocaban puesto que nunca estaban escritas en las órdenes de tratamiento. No obstante recuerdo bien el nombre de ésta ya que logré encontrar un frasco entre una ranura del colchón de Izuku mientras éste estaba tomando un baño y yo ordenaba su habitación. Se llama K-134, aún no tiene nombre específico...
     —Eso quiere decir que aún está en periodos de pruebas. Y que mejor candidato experimental que un chico homosexual inocente odiado por su madre y que sea el heredero total de la empresa de su padrastro... Da escalofríos solo pensarlo.
     —Mirio-kun —interviene Masaru —¿Tienes ese frasco aún contigo? Necesitamos investigar más a profundidad esa K-134.
     —Lamento informarle que solo está en frasco, no hay siquiera una pequeña dosis —Mirio sacó dicho recipiente de su bolsillo.

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