VII: Traitor.

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     La mansión Midoriya era dentro de los estándares de Dabi, una exageración. Demasiado lujosa para tan poca cosa; nunca imagino que el Omega que hace unos días había tatuado sería su objetivo y el de su escuadrón.

     Pero trabajo es trabajo. Así era como ellos operaban. La paga era sería buena. Podía comprarse unas diez mil mujeres y sin embargo eso no estaba en sus prioridades personales.

     Reivindicarse como el hijo mayor de la Familia Todoroki que desde los doce se le creía muerto era una opción que venía considerando antes de siquiera tener el local de tatuajes; obtuvo éste nuevo trabajo y ahora podía atesorar la con más recelo, podía hacer su reaparición más pronto que tarde y eso era suficiente para terminar aceptando. No era nada personal. Solo trabajo.

     Dentro de las instalaciones y el meticuloso trabajo de interiores de la mansión; Tomura, Toga, Kurogiri, Chizome Akaguro, Nomu y su persona, esperaban pacientes nuevas órdenes. La rubia jugaba en el suelo con un pequeño gato el cual intentaba subirse a sus muslos, siendo sus intentos inútiles cuando fue echado a un lado por el de cabellos plateados.

     Todos vestían de negro con máscaras, Toga llevaba una falda y body sin mangas de cuello alto, en sus muslos tenía pequeñas correas ajustadas en donde portaba sus cuchillos y su máscara era distinta a las otras, solo cubría la parte inferior de su rostro con un diseño algo tétrico para los gustos de una chica. Unos colmillos muy afilados. Los hombres vestían una chaqueta larga hasta los pies, pantalones militares negros, armas en sus arneses y el único que llevaba capucha era Tomura.

     Escucharon unos tacones acercarse haciendo eco en el gran pasillo detrás de la sala de reuniones donde se encontraban. Inko Midoriya entró por la enorme puerta de madera blanca con un vestido de lentejuelas azul turquesa con un abrigo blanco de piel de tigre blanco; acompañada de sus demás hombres y además de su guardia personal Kai Chisaki, líder de los ocho Preceptos de la Muerte, una organización Yakuza.

     —Espero tener lo que quiero al próximo intento. No se me conoce por ser paciente.
     —Si tanto lo deseas entonces que tus perros de confianza vayan tras él, tienes sangre de sobra que puede ser derramada para cumplir únicamente tus deseos Inko-san—dice Toga sonriéndole al gato.
     —Nuestro modus operandi es único. Si nos contrataste para entregarte a tu hijo entonces deja de entrometerte y déjanos el trabajo duro —espetó Tomura.

     La mujer chasqueó la lengua en desaprobación. Había contratado a los asesinos más peligrosos de todo Japón y ahora éstos les estaban diciendo que hacer. Era inaudito y humillante para una mujer que siempre ha mantenido el control y es quien da las órdenes.

     Su mano derecha desenvainó su espada luego de que el respeto hacia su jefa fue faltado y siendo mínimamente interrumpido por los rápidos movimientos de aquella rubia quien sin dificultad alguna ya había puesto uno de sus afilados juguetes en el cuello de éste con una mirada retorcida y sed de sangre.

     —Hey Dabi-san, creo que la sangre de éste tonto me servirá para saciarme un poco hoy ¿No crees?
     —Es tuyo si intenta algo más. Hemos sido claro con usted Mrs. Midoriya. No se interponga o Toga disfrutará mucho la carnicería que se creará si decide acabar ahora con nosotros.

    Inko sonrió orgullosa. Había tomado una decisión perjudicial para todos sus hombres e inclusive para ella al contratar a esos lunáticos enfermos, pero era necesario para completar su deseo. La razón era simple, su hijo estaba siendo protegido por nada más y nada menos que Katsuki Bakugō y sus compañeros; específicamente Eijirou Kirishima y Hanko Ruka. Unos expertos en el área. Eran dos hijos de puta que estaban muy bien pulidos en el manejo de armas y defensa personal, así como operativos tácticos de combate y demás fines.

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