XXXVI: Wolves.

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De noche. Todos afuera listos para partir, los últimos abrazos por parte de los mayores fueron dados a todos.

Eijirou abrazaba a los niños que corrieron hacia él de inmediato. Luego de eso, observaron a Bakugō; siempre tan imponente, el traje negro le hacía tener una apariencia más peligrosa y para su pareja muy seductora, quien se contenía por de nuevo comérselo.

-Bakugō-san... -Katsuma susurra con la mirada baja y sus manos detrás de su espalda -No sabemos cómo despedirnos de usted...
-¿Cómo nos despedimos de nuestro único papá? -Mahoro contenía sus lágrimas.

Hanko permaneció helada luego que sus oídos escucharan aquello. Sintió la mano de Kirishima sobre su hombro, era una revelación esas palabras. Nadie las esperaba, sobretodo el rubio que estaba consciente de no pasar tanto tiempo cerca de ellos como realmente deseaba.

Los pequeños observaron el gran rifle de Katsuki caer al suelo al momento en que aquel hombre se inclinó frente a ellos a menos de medio metro de distancia. Izuku estaba acompañado de Kota quien lentamente fue acercándose hasta estar en medio de los hermanos.

-No lo hacen... -articula solo para que ellos escuchen -Vengan -extiende sus brazos para sentir al pequeño aferrarse primero a su pecho.

Kota permaneció inmóvil. Era común entre Alfa ser distantes; sin embargo, también se dejó abrazar y sentir los fuertes brazos ajenos rodear su pequeño cuerpo.

Ochako estaba conmovida. Katsuki había cambiado y madurado. Ahora era todo un hombre, eso le daba tranquilidad y felicidad. Izuku estaría siempre en buenas manos.

Los niños sollozaban. Era común debido a que habían convivido con todos y a pesar de que Bakugō no estaba muy presente, sentían una gran conexión y apego hacia él. Las feromonas de miedo que esparcían los menores eran claramente percibidas por todos.

Les habían prometido que regresarían a salvo con Touya. Pero decirlo es más fácil que hacerlo y todos se odiaron por haber prometido algo tan grande sin tener la certeza de poder cumplirlo. Para Hanko, Katsuki era su mayor prioridad, no podía darse el lujo esta vez de permitir que hiciera algo estúpido o arriesgado.

La promesa que le hizo a Midoriya era su plan. Su último plan que ella y solo ella debía cumplir. Chasqueó sus dientes apreciando esa escena, las despedidas eran siempre la peor parte de la vida humana. Siempre siembran la duda de un regreso improbable o una muerte anunciada.

-Quiero que cuiden a Deku -los niños lo observan y asienten -Y cuídense ustedes también. No se metan en problemas con mis viejos hasta que vuelva ¿Está claro?
-¡Si! -articulan al mismo tiempo.

El Alfa se coloca de pie. Esta vez frente a su Omega quién está con un abrigo suyo cubriéndolo del frió, sus brazos cruzados y su peso reposando en una de sus piernas. Ambos se miraron, hubo un nuevo flechazo que ninguno esperó que ocurriera en ese momento. Izuku estaba con los labios ligeramente abiertos, un rubor en su nariz y rostro, sus ojos resplandecientes. Las manos frías de Bakugō lo tomaron por el cuello acariciando sus mejillas con sus pulgares, unió sus frentes mientras lentamente cerraba sus ojos.

Fue ahí cuando los brazos de Midoriya rodearon el cuerpo ajeno para sentir un poco más el contacto. Estaba tan nervioso como ansioso de que regresara con vida, después de todo le tenía guardada una sorpresa maravillosa.

-Volveré... No hagas nada estúpido.
-Tú no hagas nada estúpido... Te necesitamos.

El rubio sonrió de forma brabucona. Ambos volvieron a observarse y un beso sumamente dulce y cálido se posó en la frente de Izuku. Aquello le regocijó el alma, una sonrisa cautivadora se mostró en sus labios mientras con anhelo, ausencia y esperanza sentía como aquel hombre se alejaba lento y sus manos dejaron de tocarse.

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