XXXXII: Enigma.

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Nombre: Katsuki Bakugō.
Edad: 26 años.
Casta: Enigma.

     Preferiría no haber visto nunca lo que su mente le susurraba por años y años; al punto de querer hasta olvidarlo de su memoria.

     Un Enigma era un vestigio. Algo casi imposible de explorar debido a su escasa existencia; sin embargo, se sabía que habían pocos y el ser pocos es precisamente por lo que nunca se hablaba de ellos.

     Cuando la curiosidad de un niño de ocho años es extremadamente meticulosa, descubre grandes cosas diferentes y en ocasiones desagradables. Aquel rubio cerró los ojos recordando la primera y única vez que su segundo género salió a relucir repentinamente en el preescolar.

Flashback

     Era la hora de recreo. Cómo siempre él lideraba las filas gracias a su altanera actitud que era muy característica como también odiada por muchos y admirada por una sola persona.
    
     El golpear a débiles le era gratificante y lo disfrutaba, siendo ese día uno de los cuales a los débiles les tocaba una lección. Sin embargo no contó con que cierto Omega peliverde se involucrara.

     —¡Eso es! ¡Golpealo Bakugō! ¡Que sepa ese extra quien es el que manda! —los gritos de sus compañeros le hacían sentir enorme en un mundo gigantesco.

     Sus puños estaban manchados de sangre y a su Merced un niño indefenso de casta Beta que se negaba a darle su merienda. Desde muy chico a Katsuki le gustaba tener el control de todas las situaciones y le llenaba de ira observar cuando las cosas no siempre salían como el así lo deseaba, teniendo frecuentes conflictos internos y estallidos de rabia con sus padres, sobretodo su madre.

     Pero ese día algo cambió en él. Su violencia era más cruda, su fuerza igual, sus ojos lentamente fueron cambiando a una tonalidad lila hasta obtener un morado intenso captando la atención y el miedo en todos los niños. Jadeaba y por alguna razón que no comprendía no podía dejar ir al niño que sin duda alguna ya estaba bastante herido, su mente solo tenía una sola cosa retumbando en su interior: Dominar.

     —¡Kacchan detente! —al escuchar esa voz su ser volvió en sí. Soltando al niño y volteando su vista hacia Deku.

     Aún sus ojos no habían vuelto a la normalidad, los maestros y demás niños estaban conmocionados con tanta fuerza y violencia en ese pequeño niño, sus padres fueron llamados de inmediato. Habían sollozos, gritos, murmullos a su alrededor pero por algún motivo no podía escucharlos. Sintió sus colmillos cortar el borde de sus labios y un calor tan abrazados como el fuego dentro de su cuerpo. Sus feromonas se esparcieron por todo el lugar afectando a todos los presentes.

     —Ka-Kacchan... Debes... Debes... Calmarte... —suplicaba un Deku extasiado por el olor —Por favor...
     —¡No me digas que hacer, Deku! Solo... Solo... ¡Aléjate de mi!

     No tuvo otra opción más que salir huyendo de ese lugar y esconderse en el único sitio donde sabía que estaría seguro de... Él mismo. Odiaba la idea de tener que explicarle a sus amigos lo ocurrido y cómo pudo de alguna forma dominar a todos los maestros y directores quienes la mayoría eran de casta Alfa.

     Fue hasta su árbol favorito, el más alto y trepó hasta encontrar una rama que estuviese bien escondida entre las hojas para así ocultarse del mundo y desaparecer por unas horas. Observó sus manos y quiso limpiarlas de forma torpe con sus pantalones, no se había dado cuenta de que pequeñas lágrimas estaban brotando de sus ojos hasta que dejó que sus frustrados sentimientos salieran.

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