Sábado.
Finalmente el tan aclamado día había llegado, y es que por fin era 31 de Octubre, día de brujas y el más esperado por casi todos, no importaba que fueran niños o adultos, a ambos les excitaba de igual manera, aunque por cuestiones diferentes.
Alina trató de hacer memoria de cuando fue la última vez que había celebrado como tal ese ansiado día, pero nada llegó a su memoria, al menos nada más haya de imágenes borrosas que se sentían más como recortes de una vida pasada.
Ciertamente le hubiera gustado poder salir a pedir dulce disfrazada, tal vez de algún personaje de las películas que había visto y más en compañía de su padre, pero no... eso ciertamente era demasiado infantil para hacerlo, y a pesar de que cuando se encontraba con Max o con sus amigos se sentía mimada e infantil debía recordar que era toda una adulta.
El sonido de algo siendo golpeado la desconcertó, ¿alguien estaba tocando acaso?, ¿esperaban a alguien?
Alina dejó de jugar con los muñecos en la alfombra y afinó el oído, sí, ciertamente estaban tocando, ¿dónde estaba el tío Caleb, por qué no iba a abrir? Insegura se puso en pie y se acercó a la puerta principal, tendría que abrir ella.
No podía creer quienes se encontraban del otro lado de la puerta, y es que era Darius junto con Amber, ¡¿qué hacían ahí?!
—¿Dejarás que nos congelemos en el frío del exterior corazón? –sin pensarlo se arrojó sobre los brazos del rubio fortachón quien sin dudarlo la tomó entre sus brazos—. Vaya, alguien está feliz de vernos al parecer.
—¡Alina!
Un grito a sus espaldas la hizo despegar la mirada del rubio quien la sostenía contra sí y mirar hacía el interior de la casa. Caleb había llegado a su encuentro y traía una expresión seria en el rostro, oh oh, estaba enojado.
—Alina, sabes que no debes de abrir las puertas.
—Tranquilo hombre, solo somos nosotros, además crees que esos gorilas nos habrían dejado llegar tan lejos de haber sido otras personas, por favor.
El tono sarcástico de Darius y la forma en que hizo callar al castaño sacó una pequeña risa de la menor, quien se cayó rápidamente al ver la mirada seria que volvía a dirigirle Cal.
—¿Cómo estás Cal?
—Bien Amber, disfrutando de estas inesperadas vacaciones. En verdad no era consciente de cuanto las necesitaba hasta estos momentos, pero ni una palabra de ello a Maximus, o no podré quitármelo de encima nunca.
Tres pares de risas se escucharon en el porche de la casa antes de que todos decidieran entrar en busca de un poco de calor; y es que a pesar de que todavía no era invierno ciertamente se encontraban a finales de otoño, y las temperaturas comenzaban a descender gradualmente.
—¿Quieren algo de tomar?, los chicos no tardan en volver de su paseo matutino, pero puedo preparar algo rápido si lo desean.
—Es demasiado temprano para tener que acudir a un hospital por culpa de una intoxicación Cal, muchas gracias, pero declino tu oferta.
—¡Darius, no seas así de grosero! –tras el regaño de la pelirroja la risa del rubio se escuchó por toda la planta baja, y a pesar de que Alina quiso contener su propia risa fue incapaz de hacerlo al ver la cara roja del castaño, al parecer el que tenía las mejores dotes culinarias era Alessandro sin duda.
—¿Amber, gustas una taza de café?
—Oh por favor sí, no puedo creer que sean las 9 de la mañana y yo esté en pie sin mi carga diaria de cafeína.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...