Ese viejo olor a polvo y humedad castigó su nariz sin piedad, así como el olor a tabaco, pero no era cualquiera, ella lo sabía muy bien, era el olor de los puros importados desde cuba el que reinaba en esa habitación en concreto.
Estaba de regreso en el orfanato.
Temerosa dio unos cuantos pasos observando el lugar de sus pesadillas, la oficina del director del lugar, ¿qué hacía ahí? Y como si su pregunta fuera a ser contestada, por la enorme puerta de madera entró el hombre más aterrador que había conocido después de Dalton, el director McClain.
Un escalofrío recorrió su cuerpo entero, y es que nadie conocía lo que se escondía detrás de esa fachada de hombre pulcro e integro, con su cabello engominado y bien peinado, sus trajes limpios y planchados, y esa sonrisa fácil que por lo general adornaba su rostro de mediana edad.
—Parece que nos volvemos a ver querida Alina, ¿acaso creíste que después de todo lo que le dijiste a la prensa el importante señor Dragomir iba a seguir queriéndote a su lado?, por favor, quien querría a una chiquilla como tú en su vida.
Las palabras del hombre la hicieron temblar, pero no retrocedió, por primera vez en su vida deseaba ser valiente, enfrentar la realidad de frente y dejar de esconder la cabeza en tierra cuando algo la asustaba.
—Miente, usted miente. Mi papá me ha dicho muchas veces que me quiere en su vida, que yo soy importante para él.
El aludido le dio una mueca burlona antes de dirigirse a tomar asiento detrás de su escritorio y encender uno de sus puros. Los segundos pasaban y el hombre solo dejaba salir el humo de su boca contemplándola de manera escalofriante, hasta que por fin habló.
—¿Yo miento? –ella asintió temerosa de su reacción, pero decidida a no echarse para atrás—. Entonces dime, Alina, por qué estás de nuevo en el orfanato.
El gesto condescendiente que hizo con la mano señaló todo su cuerpo, reticente se vio entera descubriendo con horror que llevaba el uniforme de ese sitio, ese horrible vestido en color beige con tonos cafés... ¿qué...?, ¿por qué vestía ella eso?, no, eso tenía que ser una equivocación.
—Si aún no me crees mira esto por ti misma. –En un gesto burlesco extendió hacía ella un par de papeles.
Temerosa de lo que pudieran contener se acercó lentamente al escritorio y precavida los tomó de las manos de ese hombre. Leyó rápidamente el contenido de los mismo descubriendo que era un acuerdo de retroceso de su caso de adopción... Maximus se estaba desligando de cualquier responsabilidad que hubiera podido tener con ella.
—Yo... no comprendo... él dijo que yo era su hija... él dijo que me amaba en verdad...
—No te sientas especial Alina, las personas dicen eso todo el tiempo cuando adoptan a alguien, solo que después descubren que esa niña o niño al cual adoptaron no era tan especial como creían, y buscan tener los suyos propios. Como tu querido Maximus Dragomir.
El hombre frente a ella sacó de su saco una pequeña fotografía que depositó frente a sus ojos abnegados en lágrimas. En la imagen se podía ver al que había sido su padre al lado de una hermosa mujer, pero sobre todo, él tenía en brazos a una regordeta bebé de poco más de tres meses de edad. Maximus la había cambiado.
Las lágrimas que estaba conteniendo finalmente salieron de sus ojos y no pudo contener a su vez los sollozos que destrozaron su corazón.
—Creo recordar que tenemos unas cuantas cuentas que saldar aún Alina, por tu culpa casi pierdo mi trabajo, mi prestigio, el orgullo de mi carrera. Por tu culpa casi lo pierdo todo niña tonta.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...