Estaba de regreso en su habitación. Nunca le había dado tanto gusto volver a una habitación de hospital como en ese momento, había odiado cada segundo el encontrarse en esa horrible maquina, y más aún porque había estado sola.¿Faltaría mucho para que la dejarán ir?, ¿por qué tardaba tanto el volver el doctor Caleb?, ¿su padre la estaría buscando?
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la castaña, ¿qué haría su padre cuando volviera a casa?, seguramente le daría la paliza de su vida por no haber ido la noche pasada, y más aún, por haber estado en un hospital. Tenía que encontrar la forma de salir de ese lugar, así tuviera que escapar, tenía que irse.
Observó con concentración la intravenosa insertada en su brazo, ya se la había quitado una vez, si lo volvía a hacer sería libre de moverse, y si tenía algo de suerte tal vez nadie la viera y pudiera escapar.
—Ni siquiera pienses en hacerlo Alina –una voz fuerte resonó en la entrada de la habitación sobresaltando a la castaña, al voltear a ver descubrió la dura mirada del señor Dragomir.
—Yo... yo solo quería... –se calló de golpe al casi confesar lo que planeaba hacer.
—¿Qué querías ratoncita? –el intimidante hombre se acercó hasta quedar posicionado frente a su cama, ¿y ahora que podía decir?
—Yo quería ir al baño. –Bien, la mentira había sonado creíble, o eso creyó la castaña hasta que se topó con la seria mirada del hombre frente a ella.
—¿Recuerdas lo que te dije hace unos días cuando nos vimos? –la castaña desvió la mirada avergonzada, pero unos largos dedos en su mentón la hicieron regresar la mirada—. Dije que no me gustaban las mentiras.
—Lo siento señor Dragomir.
—Está bien Alina, mientras recuerdes que mentir es malo, las mentiras tiene patas demasiado cortas. –El silencio reino en la habitación por un par de minutos, incomoda la chiquilla se removió para que la soltaran y muy a su pesar el pelinegro lo hizo.
—Ya me platicó Caleb de tu pequeña travesura de hace un rato, casi matas al pobre de un buen susto, ¿puedo saber por qué hiciste eso?
La castaña alzó su verde mirada contemplando por unos segundos al hombre frente a ella, no sabía que decirle, era más que obvio que no podía soltar una mentira, él se daría cuenta enseguida, solo quedaba decir la verdad...
—Estaba asustada... no lo pensé mucho, solo... quería salir de aquí.
Unos toques suaves en la puerta hicieron que la chiquilla levantará nuevamente la mirada expectante.
—Adelante.
En cuanto entró la agente Prescott el pequeño cuerpo de Alina comenzó a temblar de forma involuntaria. Oh no, había venido para llevársela. No quería volver a ese lugar, era un infierno, ¿por qué ellos no lo veían?, golpes, tareas sin descanso, frío en las noches, y hambre... al menos con su padre sabía que esperar, pero en ese lugar no.
—Hola corazón, ¿te sientes mejor? –ante el silencio de Alina la mujer continuó hablando, esta vez ella estaba cerca de la cama, y el hombre pelinegro se había alejado, dándoles su espacio—. Me ha dicho tu doctor que te están hidratando y dando algunas vitaminas a través del suero, así que pronto deberás sentirte mejor.
Así que eso eran las bolsas que se encontraban conectadas a su brazo, era incomodo sentir la aguja clavada en este, pero poco podía hacer ante ello.
—¿Podré...?, ¿cuándo podré irme a casa? –Alina se felicitó mentalmente por haberse corregido, no debía demostrar inseguridad, debía mostrarse fuerte, que sucediera lo que sucediera ella iba a pelear.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...