Capítulo 13

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Tenía que correr más rápido o Dalton la atraparía.

Sabía que su vida con el señor Dragomir no duraría muhco, la señorita Prescott y él estaban equivocados si creían que su padre la dejaría marchar así como así, él nunca lo haría. Él le prometió un infierno en vida.

Pasos en la planta baja le hicieron soltar un sollozo contenido. De manera desesperada tapo su boca con una de sus manos, y se obligó a respirar por la nariz, uno dos, respira, exhala, respira.

No podía darle uno de sus famosos ataques en esos momentos, no podía.

—Quien anda ahí, es Alina, es Alina... quién es la que anda ahí, es mi niña.

La castaña odiaba esa canción, era tétrica de alguna forma, no tenía nada que ver con las nanas que su madre le cantaba, pero no podía hacer nada ante ello.

A Dalton le gustaba cantarla cuando tenía unos tragos de más en su sistema, le parecía divertido ver el temor inundar el cuerpo de la pequeña castaña.

Dos pasos y una nueva nota, estaba demasiado cerca, se hizo más pequeña debajo de la cama, esperando que él no pudiera atraparla en ese lugar, había descubierto que esconderse en el armario de nada servía, solo lo hacía enfurecer más.

—Oh Alina ya te encontraré, siempre lo hago.

Los pasos habían llegado a su fin, él estaba frente a su puerta, solo podía ver la parte baja de la misma, y cuando ésta se abrió los pies descalzos de su padre.

Uno, dos, tres, cuatro, y... cinco.

Dalton estaba frente a ella, agachado, dedicándole una sonrisa que jamás le había visto en el rostro, y con unos ojos tan rojos que parecían inyectados en sangre, pero eso no era lo peor, no, esta vez llevaba un cinturón en una de sus manos.

—Te dije que te iba a encontrar Alina.

Y sin más extendió su mano tratando de alcanzarla.

—¡Alina, vamos Alina!

El sonido de una respiración entrecortada fue lo primero que sus oídos registraron... Dalton, ¿dónde estaba su padre, dónde?

Miró a su alrededor aterrada descubriendo que se encontraba en el interior de un coche, y no debajo de su cama. El entendimiento fue llegando poco a poco a ella, con cada respiración que daba, había sido una pesadilla.

—Solo fue un sueño ratoncita, estas a salvo. No voy a permitir que nada malo te pase.

Alina contempló aún agitada al pelinegro frente a ella, la observaba con una marcada preocupación en sus oscuros ojos, por unos segundos se sintió tentada de decir algo, pero se negó, mordió sus labios para evitar que las palabras salieran de ellos.

Aún le dolía el trasero por las nalgadas que le había dado la noche anterior, no pensaba ceder tan fácilmente ante él, si quería que le volviera a dirigir la palabra tendría que hacer algo magnifico al respecto.

Sin decir palabra alguna él la tomó en brazos y la sacó del coche, si la casa anterior le había parecido hermosa por su majestuosa estructura, esta era deslumbrante en su sencillez, aunque dudaba que fuera precisamente barata por ello.

La casa era de dos plantas, tenía un porche inmenso y hermoso, así como una terraza abierta en un costado de la casa, su fachada era sencilla sin molduras y de un claro color beige, con rocas incrustadas en algunas partes de la misma, y eso solo hacía el lugar más etéreo.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora