Hace poco más de media hora que había dejado a Alina en la sala, rodeada de algunos juguetes y de su peluche favorito al parecer, ese león que le había parecido tan absurdo cuando lo compró.Anotó en su celular el recordatorio de conseguir comunicadores de bebé, ahora que su chiquilla había aceptado su papel necesitaba preparar muchas cosas, en especial en la que sería su casa.
Meditó la idea de crear un nuevo acuerdo de confidencialidad hacía su personal, pero no lo vio necesario, cada año al renovar su contrato se veían en la obligación de firmar uno, con ese bastaría, por el momento.
Lo que si era de extrema urgencia era acondicionar el cuarto de Alina, habría que remodelarlo por completo, aunque también podría acomodar uno de los otros cuartos, uno más cercanos al suyo, después de todo, no podía impedir que su chiquilla creciera, en algún momento querría su espacio, un lugar donde poder estar con sus amigas.
Tomó su celular y buscó rápidamente entre sus contactos el número de Darrel.
—Buenos días señor Dragomir.
—Buenos días Darrel, cómo va la construcción de la barda, ¿han comenzado ya?
—Sí señor, el arquitecto ha estado aquí hace unos minutos, ya se han tomado las medidas y escogido el diseño, solo falta comprar el material para proceder con la instalación. Estimó que estará listo antes de su regreso.
—Excelente. Por la tarde quiero que vayas al despacho de Michael, él te dará un acuerdo de confidencialidad, quiero que lo firme la señorita Renata Montero, tendrás noticias de ella dentro de los próximos días, ¿soy claro Darrel?
—Sí señor. ¿Algo más que desea que haga?
—Sí, necesito que cotices e instalen sobre la herrería follaje falso, lo más natural posible, y habla con una de los viveros para que busquen el modo de colocar enredadera real sobre la ficticia. Eso sería todo Darrel.
—Claro señor, me haré cargo de inmediato. Que tenga buena tarde.
Y sin más Maximus cortó la llamada. Consultó su reloj dándose cuenta que eran pasadas de las once de la mañana, no podía permitir que Alina se levantará tan tarde, tendría que adecuar una rutina para ambos a partir de mañana.
Aún tenía unas llamadas que hacer, pero se sentía intranquilo dejando a la castaña en un lugar donde no pudiera vigilarla, aunque poca falta hacía realmente, ella era demasiado tranquila por lo que pudo ver.
En silencio se puso en pie, era hora de ir a supervisarla, tan pronto se encontró cerca de la sala se asomó, quería verla jugando, o interactuando con los juguetes sin que ella lo notara, pero para su sorpresa ella solo estaba ahí... sentada y con el león entre sus manos. Tendría que hacer algo al respecto.
Resignado ante la idea de que le tomaría tiempo a su chiquilla acostumbrarse y desinhibirse ante su nuevo papel regresó a su estudio, necesitaba hacer algunas cuantas llamadas antes de poder reunirse con su castaña favorita.
Con cuidado de no hacer ruido cerró la puerta y se dejó caer sobre uno de los mullidos asientos de cuero del lugar, paso rápidamente su agenda en busca del número deseado.
Sabía que Renata era la mejor opción para la tarea de adecuar la casa a las necesidades de Alina, era una mujer confiable, discreta, pero sobre todo que no se metía en asuntos ajenos y no preguntaba más de lo necesario para llevar a cabo su tarea.
Después de varios toques la aludida decidió responder a su llamada.
—Buenos días señor Dragomir. Lamento haberlo hecho esperar, me encontraba con un cliente.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...