Capítulo 9

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Alina abrió los ojos lentamente y con cuidado se estiro en la cama, no deseaba atropellar por accidente la intravenosa, era doloroso hacerlo.

Era un nuevo día y eso solo significaba un nuevo comienzo para ella. ¿Cómo sería su vida de ahora en adelante?, ¿el señor Dragomir sería estricto, la regañaría por el menor error?, se prometió a sí misma que daría lo mejor de sí por cumplir con sus expectativas, nunca antes nadie le había dado una mano tan generosamente como lo estaba haciendo él.

Vio el lugar descubriendo con pesar que se encontraba vacío, se encontraba sola en esa habitación de hospital, acaso... ¿acaso todo había sido tan solo un sueño? Un dolor oprimió su corazón, había sido tan tonta de pensar que alguien podría quererla, ella no valía tanto como para que alguien más aparte de su padre la quisiera en su vida.

—¿Cómo pudiste soñar con algo así Alina?

El dolor y la tristeza dieron paso a la incertidumbre y duda, ¿cómo pagaría la cuenta del hospital?, ¿la señorita Prescott también había sido parte del sueño?, ¿aún podría regresar a casa con su padre?

De pronto la idea de volver a su antigua vida se le antojo amarga y distante, tras ese sueño el anhelo de un hogar cálido había nacido en su maltrecho corazón, ¿alguna vez podría volver a tener lo que tuvo antes del fatídico accidente?

Unas inmensas ganas de hacer pipí la invadieron sacándola de sus cavilaciones. Despacio se puso en pie, y para su sorpresa su cuerpo no protesto por la acción, sea lo que fuera que le hubieran dado le gustaba el efecto que le producía, hace mucho tiempo que no sentía su cuerpo tan liviano.

Miró de mala gana el odioso tubo que contenía los saquitos de medicina y lo arrastró junto con ella, al parecer tendría que llevarlo consigo. Resignada se encaminó al baño.

Cuando terminó de hacer sus necesidades se lavó las manos y se contempló en el espejo que había ahí, a decir verdad no se veía mal, sorprendentemente su rostro había ganado algo de color, incluso sus mejillas se encontraban levemente sonrosadas, ¿y todo eso gracias a un saquito de vitaminas?

Alina sabía que desde hace algunos años no llevaba la mejor de las alimentaciones, pero nunca pensó que podría tener un caso de anemia y desnutrición, era pequeña para su edad, cierto, y siempre había sido delgada, pero para ella eso no era referente de una mala salud, o al menos no lo había sido antes, solo creía que así eran sus genes.

Cuando salió del baño se llevó un verdadero susto al encontrarse a cierto pelinegro frente a ella, con la clara intención de abrir la puerta del baño.

—¡Me ha asustado señor Dragomir! –Apenas fue un chillido lo que salió de boca de Alina, y a decir verdad era una de las reacciones más sinceras que había tenido desde que Maximus la conoció.

—Lo siento ratoncita, pero tú también me has asustado a mí, al no verte en la habitación creí que tal vez habías escapado sin que nadie se diera cuenta.

Alina se sintió en verdad apenada ante sus palabras, pero no podía culparlo, ya le había dicho que tan solo ayer lo había intentado, o al menos había pensado en hacerlo.

—¿Qué hace aquí señor?

—Veo que nos llevará tiempo que dejes de llamarme señor, ratoncita –el pelinegro se agachó hasta estar a la altura de la castaña, antes de despeinar suavemente su cabello y dedicarle una pequeña sonrisa—. He venido a buscarte, hoy te darán el alta, y por si lo has olvidado ahora soy tu tutor legal.

La sorpresa recorrió enteró el cuerpo de la chica, así que después de todo no había sido un sueño como ella había creído, había sido real.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora