Hace aproximadamente una hora que habían llegado a la casa, y desde entonces Basil no se separaba de su lado a pesar de que ella le había dicho que quería estar sola.
Se sentía tan abrumada, asustada de que lo que tenía de pronto pudiera derrumbarse como un castillo de naipes. ¿Y si le sucedía algo a Maximus, entonces qué haría?, ello no podría perdonarse jamás que por su culpa le pasara algo, ella debió de haber mentido, nunca debió de haberle dicho que era su padre.
¡Era una tonta, tonta, tonta en verdad!
—Vamos Alina, debes tomar algo antes de dormir.
—No... no tengo hambre. –Para ser sinceros se sentía algo temerosa de Basil desde que había pasado lo del cambiador.
—Lo sé princesa, pero al menos un vaso de leche debes de tomar. Vamos.
Eso último no había sonado como una petición, sino más bien como una orden. Insegura se puso en pie y lo siguió, bajaron las escalera en silencio y se dirigieron a la cocina, para sorpresa de la castaña Miriam no estaba dentro, seguramente ya debería de estar descansando, y es que eran cerca de las ocho de la noche.
—Siéntate ahí –dijo Basil señalando los banquillos altos frente a la americana—. Yo mientras prepare tu leche tibia.
Alina siguió la orden dada sin rechistar, en silencio sacó un banquillo y se encaramó a él, extrañaba que fuera Max quien le prepara las cosas... y si esto era una señal, un aviso del cosmos de que no debía estar a su lado.
Ese pensamiento terminó de desanimarla. Ella sabía que no era la mejor opción para Maximus, en ninguno de los sentidos, pero aún con todo ello, él la había escogido, había apostado por ella... ¿seguiría pensando igual después de lo de hoy?
—Aquí tienes princesa, ¿está bien esté vaso para ti? –él le estaba extendiendo un vaso normal de vidrio, ni siquiera el vasito entrenador con el que solía tomar agua durante las comidas, Maximus nunca hubiera permitido eso.
Pero él no estaba.
—Sí... ese está bien. Gracias.
Lentamente comenzó a tomar la leche, estaba apenas tibia, lo justo para no quemarse al tomarla, y eso le gustó. De pequeños tragos en pequeños tragos vació el contenido del vaso sin darse cuenta de ello, lo hizo en automático.
—¿Estás segura de que no quieres cenar nada Alina?
—Yo... es que no tengo hambre.
Y esa era otra cosa se notaba por su ausencia, Maximus la hubiera obligado a cenar aunque fuera un plato pequeño de cereal, no le gustaba que ella se acostara con el estómago vacío, pero es que tenía un nudo por estómago en esos momentos.
—¿Por qué... no han vuelto aún, sabes algo?, ya es tarde... y Max...
Dejó inconclusa la frase, tenía miedo de todas las posibilidades que podían completarla, algunas eran buenas, pero la mayoría no lo era.
—Ellos están bien Alina, no tienes porqué preocuparte, Darrel se comunicó conmigo hace un rato, me dijo que tardarían un rato más en llegar. Será mejor que subamos, es tarde, y aún debes de tomar un baño.
La castaña evitó decir nada ante el tema del baño... no quería que él la viera desnuda, eso era algo que solo le había permitido a Maximus, y no tanto porque realmente deseara, sino más bien porque no tuvo muchas opciones.
En silencio subieron las escaleras, Basil le permitió caminar y no hizo el intento de cargarla, lo cual agradeció, se sentía tan frágil, que temía que cualquier contacto de más la hiciera romperse.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...