Capítulo 27

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Hace unas horas que habían acabado con la rueda de prensa y ahora se encontraban en la oficina de Maximus, el pelinegro tenía que revisar unos papeles antes de que se pudieran ir, ¿a dónde?, aún no sabía pues se había negado a decirle nada.

Ella se encontraba recostada en uno de los mullidos sofás, con el señor León entre sus brazos, tan pronto habían llegado a la oficina el tierno peluche la estaba esperando dentro.

Aún no podía creer todo lo que había dicho, en ese momento se había sentido tan poderosa, capaz de hacer cualquier cosa, de luchar por aquellos que aún estaban viviendo un infierno... solo esperaba que su mensaje pudiera trascender y no quedarse solo en unas pocas personas.

—Cariño, ven aquí, quiero darte algo.

Alina se levantó sorprendida por la petición del mayor, ¿un regalo?, pero si aún no era su cumpleaños. Curiosa se acercó a él, y tomó entre sus manos la caja delgada y rectangular que le estaba extendiendo.

—Espero que te guste tanto como a mi Alina.

Esas palabras incrementaron la expectación que ya sentía, ¿qué podría entrar en esa pequeña y delgada caja?, expectante sopeso su peso dándose cuenta que no era del todo ligera, ¿tal vez un libro para colorear?, no, lo hubiera envuelto en papel, ¿galletas?, Miranda cocinaba galletas cada que ella lo pedía así que tampoco podía ser, tal vez... va, era mejor abrirlo.

Impaciente sacó cada uno de los lazos que mantenía atada la caja y procedió a arrancar el lindo papel que la envolvía, no podía soportar más la expectación. Dentro estaba un hermoso portarretratos en color oro viejo con la foto de su madre.

—Es... es hermoso, muchas gracias... –no pudo contener las lágrimas que comenzaron a rodar por sus ojos apresuradamente, tenía tanto sentimientos encontrados en ese momento.

—De nada cariño, pero creo que todavía hay algo más ahí dentro.

Con lentitud se limpió las lágrimas de las mejillas y retiró con cuidado el portarretratos, debajo de él había un grupo de papeles, pero el primero en destacar le robó el aliento... era una petición de adopción concedida donde solo faltaba la firma de Maximus Dragomir para que fuera absolutamente legal.

—Tú... tú realmente... –era incapaz de terminar cualquier palabra, de pronto las lagrimas se habían convertido en sollozos profundos nacientes del alma, y es que no podía creer que realmente estuviera pasando eso, ¿realmente Maximus quería adoptarla, en verdad?

—Oh princesa, ven aquí cariño.

Sin esperar palabra alguna por parte suya la tomó en brazos acunándola contra su pecho, pero eso no fue suficiente para la pequeña castaña, sin importarle el vestido enredó sus piernas a las estrechas caderas del mayor y escondió su rostro en su cuello, absorbiendo entre cada bocanada de aire que obtenía el aroma único del pelinegro.

Sintió como se movían, pero poco le importó. Sentía que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento, y eso era más importante.

—Ya ratoncita, tranquila. Creí que podría gustarte la noticia, pero si no te encuentras de acuerdo seguiremos como hasta ahora, solo seré tu tutor, y ten por seguro que nunca te faltará nada, siempre velaré por ti Alina.

Unas suaves caricias en su espalda la ayudaron a procesar mejor las palabras dichas por el mayor, ¿encontrarse de acuerdo, así que eso no era un sueño, realmente era real? Ante ese pensamiento el llanto que había conseguido bajar de intensidad volvió en aumento.

—¿En verdad me quieres como tu hija?, pero... pero tú... sniff... tú podrías tener hijos propios.

Esa idea le aterro, le asustó la respuesta que pudiera conseguir ante ese pensamiento, pero no podía negarlo, no más, porque Maximus era un hombre joven, guapo, adinerado, podría tener a cualquier mujer en el mundo y formar una familia.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora