Capítulo 43

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Sentía que la desesperación comenzaba a consumirla a pesar de sus deseos de seguir en calma. No lograba conseguir señal, y mucho menos salir de ese espeso bosque, ¿y si no conseguía salir de él antes de que oscureciera, qué haría?

—No, respira, respira Alina. Concentrate, solo concentrate.

Temerosa vio todo a su alrededor, el verde apagado de los árboles le devolvió la mirada, así como pequeñas motas de nieve en algunas ramas de los pinos; el frío no había menguado, al contrario, cada vez bajaba más la temperatura y temía que fuera a nevar en cualquier momento.

Decidió seguir esta vez a la izquierda en lugar de derecho, no sabía si era el camino correcto, aunque para el caso, siquiera había un camino, podría estarse tanto alejando de su destino como acercando.

Miro por unos segundos el atizador entre sus dedos, no era la primera vez que consideraba el dejarlo, pero... ¿y si el monstruo volvía? El atizador ya la había salvado una vez, no sabía manejar la pistola, existía la posibilidad de que necesitara defenderse contra algún animal, o... algo más, no, era mejor conservarlo.

Intranquila sacó una vez más el celular, cada vez que sus ojos enfocaban el signo de batería algo en ella daba un vuelco, tenía menos de la mitad, y no sabía cuánto tiempo tardarían en encontrarla.

—Por favor... solo un poco... solo necesito un poco de señal...

Necesitaba encontrar un área más despejada, seguramente la cantidad de árboles y su altura le impedía tener señal. Sí, tenía que hacer eso.

Con un nuevo plan en mente el miedo comenzó a menguar y fue reemplazado por la determinación.

—Eres una Dragomir, Alina. Puedes hacerlo.

Su estómago gruñó al poco tiempo de haber vuelto a caminar, lo estaba llevando al límite, además de que sentía su garganta más seca que nunca, ansiaba poder tomar tan solo unos tragos de agua, se conformaría con unos pocos.

Volvía a sentirse como cuando aún vivía con Dalton. Tenía tanto miedo a la incertidumbre, a no saber qué pasaría en la siguiente hora, no tenía comida ni agua, ni ropa que la abrigara lo suficiente.

—Te extraño tanto papá.

Sin darse cuenta su cuerpo colapso sobre el duro y frío suelo. Se sentía tan cansada. ¿Y si cerraba los ojos unos segundos, solo unos segundos?

—No, no, no, arriba Alina, vamos arriba. No puedes rendirte, hazlo por papá.

Con nueva determinación surgiendo de su corazón se puso en pie con ayuda del atizador, sus piernas pesaban tanto y su cabeza se sentía en las nubes.

Retomó la marcha que había dejado y cada vez que se sentía flaquear recordaba la sonrisa de su padre, las miradas amorosas que le daba, sus brazos cálidos, las noches que durmió a su lado velando sus sueños.

Algo nuevo dentro de los sonidos del bosque la desconcertó. Agua. Se oía el correr de agua cerca de donde estaba.

—¡Encontré agua!

No sabía si ese hecho significaba que se había adentrado más en el bosque o que estaba más cerca de alguna carretera, pero en ese momento poco importaba, ¡podría tomar agua!

Corrió hacía donde provenía el sonido, sus piernas parecieron renovar fuerzas pues sus zancadas se hicieron largas y firmes, cuando frente a sus ojos apareció un caudal de agua dejó caer el atizador y se hincó ansiosamente sobre la orilla.

¡Agua, al fin podría beber un poco de agua!

Sintiéndose voraz juntó las manos y las sumergió en el agua, la cual pareció morder su carne por lo helada que se sintió, pero ese hecho quedó relegado en su cerebro en cuanto sus labios dieron los primeros tragos, ¡ah, tan fresca!

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora