Capítulo 14

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El día de ayer había sido una montaña rusa de emociones, y no tenía la menor idea de cómo sería hoy, a decir verdad estaba algo inquieta y temerosa pues Maximus había dicho que comenzaría a tratarla como un verdadero bebé.

¿Qué esperaba exactamente él que hiciera?, ¿qué se pusiera a gatear, que hablará como uno, que comiera realmente en esa sillita alta?, una idea completamente aterradora pasó por su mente al ver el cambiador... él no esperaría que hiciera sus necesidades en esas... cosas, ¿cierto?

La noche anterior Maximus le había permitido dormir en la recámara de invitados, pero sabía que esta noche todo sería diferente, comenzaba a cuestionarse la decisión que había tomado.

No comprendía del todo aún porqué él deseaba que ella fuera un bebé, no le encontraba un sentido, aunque ella nunca había sido especialmente inteligente.

Él había mencionado el día anterior que el ser un bebé le ayudaría a confiar más en él, que podría disfrutar de una infancia que seguramente no tuvo, y en eso estaba casi en lo correcto, y que la ayudaría a superar ciertas cosas.

Dio una vuelta en rededor contemplándolo todo, las grandes repisas con libros, los peluches en lo alto, que a decir verdad eran bonitos... pero no eran el león que tanto le había gustado a ella, desearía haberlo traído a ese viaje.

Vio el juguetero en el suelo y por unos segundos sintió ganas de saber que había dentro, pero se contuvo, no sabía en que momento Maximus la buscaría y no deseaba que la encontrará frente a él, una cosa era actuar como un bebé cuando él estuviera y otra distinta cuando estaba sola.

Y finalmente su mirada terminó en la cuna. Esa monstruosa estructura de madera clara con miles de almohadones dentro, además de cobijas y barras altas, ¿él esperaba que no pudiera salir de ahí?, seguramente.

Queriendo comprobar el punto se paró a un lado de la cuna, dándose cuenta de que las barras le daban un a la mitad del pecho, si fuera un poco más alta seguro que no luciría tan alta, pero con su estatura le sería imposible salir de ahí, al menos no sin lastimarse la entrepierna al tratar de cruzar.

—Demonios.

—Espero no volver a oír malas palabras salir de tu boca Alina, o tendré que lavar esa lengua con jabón.

La castaña se sobresaltó ante la ronca voz del mayor haciéndola girar en redondo. No lo había escuchado entrar a la recámara, mucho menos venir por el pasillo.

—Lo siento Maximus. –Algo bueno era que no tenía que llamarlo papi o algo semejante, podía llamarlo simplemente por su nombre o su diminutivo como él mismo le había dicho.

—Está bien Alina, pero que no vuelva a repetirse, no tolero las faltas de respeto o las malas palabras, y tampoco lo haré contigo, no hay excepciones.

Ella asintió apenada de que la hubiera descubierto, casi nunca solía decir malas palabras a decir verdad, esta solo se le había salido. Aunque, ¿demonios podía considerarse una mala palabra?

—Voy a darte un baño antes de que bajemos a desayunar ratoncita, ¿está bien?

Todos los vellitos de su cuerpo se pusieron en punta ante esas palabras, una cosa era haber platicado de ello el día anterior, y otra muy distinta llevarlo a cabo, no estaba segura si estaba lista para ello.

—¿No puedo... bañarme yo misma?, eso... eso es algo muy intimo.

—Cariño eres mi bebé, quien debe bañarte soy yo, además no veré nada que no haya visto antes. 

Ante esas palabras Alina se puso más nerviosa aún, no le sorprendía en lo absoluto que Maximus hubiera visto a otras mujeres desnudas, era hombre al fin y al cabo, pero ella no quería que viera su cuerpo... ella no podía compararse con las otras chicas, era delgada, pequeña y sin curvas, aunque eso nunca antes le hubiera importado.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora