Alina se encontraba en la mesa viendo fijamente la horrible pastilla que tenía frente de si, era rosa, grande y de una textura rugosa. Nunca podría tragar eso.—Si no te la tomes no iremos a ver a Darius.
Era como la quinta vez que Maximus decía esa misma oración, pero ni aún con ello la castaña podía pensar en volver a intentar tragar esa pastilla, porque sí, esa era el segundo intento.
—No puedo tragarla Maximus... creo que me ahogaré si lo vuelvo a intentar.
El aludido solo le regalo una sonrisa torcida antes de volver a concentrar su atención en su celular. Alina fulminó con la mirada a la odiosa pastilla, por ella no podía levantarse de la mesa.
Y si... un plan comenzó a formarse en su mente, uno muy bueno a su parecer, de forma descuidada volteó a ver al pelinegro, el cual no tenía su atención puesta en ella, lo cual era un punto a su favor.
Con un suspiro de resignación tomó la pastilla y la llevó a su boca, metiéndola rápidamente debajo de su lengua, y se apresuró en tomar un gran trago de agua, y simuló tragar la odiosa pastilla rosa, antes de voltear a ver a Maximus entre caras.
—No era tan difícil ratoncita, vamos, o se nos hará más tarde.
Tan pronto el pelinegro se puso en pie ella escupió rápidamente la pastilla sin darse cuenta realmente de donde cayó, y se apresuró a tomar grandes tragos de agua, sentía un remanso amargo en la boca.
Antes de seguir al pelinegro a la planta alta trató de mirar en busca de esa cosita rosa para poder deshacerse totalmente de ella, pero no la encontró, bueno si ella no la encontraba eso significaba que nadie más lo haría.
Se apresuró en lavarse los dientes y antes de salir del cuarto se dio una última mirada al espejo, no le gustaba su pelo suelto, a su parecer lucía triste, por lo que rápidamente lo ato en una coleta alta, aunque esta solo resaltaba el moretón de su pómulo.
—¡Alina!
—¡Ya voy Maximus!
Una sensación extraña se enredó en el centro de su pecho, pero no supo descifrar qué era, solo que se sentía bien. Con una sonrisa en el rostro bajó las escaleras, descubriendo que el mayor se encontraba esperándola en la base de éstas.
Él le extendió una de sus manos, a lo que ella dudosa la tomó, pero la sonrisa que le dedicó valió la acción.
—Hoy conduciré yo, así que tendrás que darme la dirección.
La castaña se quedó en silencio tratando de recordar cuál era la dirección donde se encontraba el local de Darius, pero para su horror no pudo recordar el nombre de la calle por más que se esforzó, solo tenía como referencia la parada de autobuses.
Maximus le abrió la puerta trasera de la camioneta y le abrochó el cinturón de seguridad, acto del cual no se dio cuenta hasta que un click la sacó de sus pensamientos.
—Estás algo distraída ratoncita, ¿todo bien?
Alina asintió insegura, no sabía cómo decirle que no sabía la dirección a la que irían, seguramente él creería que era una tonta, y lo era, quién no se aprende una dirección, eso solo le pasaba a ella.
—Bien Alina, a dónde vamos.
—Bueno... yo... es que... –La sonrisa que había en el rostro del pelinegro desapreció ante su titubeo, y eso solo hizo que el estómago se le retorciera.
—¿Qué sucede ratoncita?
—No... no recuerdo cuál es la dirección. –Su voz fue apenas un susurro, se sentía tan avergonzada de reconocerlo.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...