Capítulo 40

8.8K 613 210
                                    


Unos toques en la puerta hicieron que Alina abriera lentamente los ojos.

—A... adelante... –tuvo que suprimir un bostezo en cuanto la puerta se abrió, pero para sorpresa de la pequeña castaña del otro lado no se encontraba su papá, o el tío Cal, sino que se hallaba uno de los hombres de seguridad.

Sullyvan.

—Hola Alina, he venido por ti.

El hombre frente a ella le regaló una sonrisa que contrario a conciliarla solo ahuyentó el sueño que aún tenía.

—¿Por mí, y mi papá? –no estuvo segura, pero por un par de segundos creyó ver un atisbo de rabia en la mirada del hombre.

—El señor Dragomir tuvo un imprevisto con el señor Eliot Dragomir, la cuenta ya ha sido saldada y él me mando a buscarla señorita.

—Pero...

—Me temo que no podemos hacer esperar al señor por más tiempo señorita Dragomir, el señor ha solicitado su presencia urgentemente.

Y como si quisiera dar mayor énfasis a sus palabras volteó a ver el reloj en su muñeca.

—Oh, está bien, ¿podría despedirme antes de...? –ni siquiera le permitió terminar de hacer su pregunta cuando ya estaba negando con la cabeza.

—Me temo que no, debemos irnos ahora mismo. Por favor póngase esto.

Sullivan le extendió un largo abrigo claro, un par de lentes oscuros y un gorro. A lo cual ella lo vio de forma extraña.

—La prensa tiene rodeado el edificio, saben que su salida del mismo es hoy y quieren conseguir la primera nota.

Temerosa ante el hecho de encontrarse rodeada de personas desconocidas con actitud agresiva por conseguir unas cuantas fotos, ¿y si le hacían preguntas, qué debía responder ella?, tal vez si decía algo que no debía podía perjudicar a su papá, no, no podía permitir que eso pasara.

Rápidamente se colocó la gabardina y se ajusto el cinturón asegurándose de que la bata de hospital no se viera en lo más mínimo, luego procedió a colocarse el gorro, tratando de esconder una buena de su cabello dentro de él, y finalmente los lentes.

—Vamos señorita Dragomir.

Sullivan le extendió su mano a lo que ella sin dudarlo la tomó. Se sentía extraña, de cierta forma se sentía incorrecto, a los únicos que por lo general tomaba de las manos era a su padre y a los gemelos.

En silencio salieron de la habitación y en todo momento el hombre que sostenía su mano miraba a todas partes, como nervioso, y eso confundió a la pequeña castaña. Además sentía que presionaba más de lo debido su mano, y eso estaba ocasionándole cierto malestar, pero no dijo nada creyendo fielmente que estaba protegiéndola, y por lo tanto haciendo su trabajo.

—Tomaremos las escaleras señorita Dragomir.

—¿Por qué?

—Puede que los periodistas nos estén esperando en los elevadores o al final de ellos.

Alina asintió ante la explicación dada; no haría nada que pudiera afectar la imagen de su padre, y sin duda el encontrarse con reporteros que tratarían de exprimir hasta la última gota de información de ella no ayudaría mucho.

—Está bien. Vamos.

A pesar de que la clínica en la que se encontraba era privada y por lo tanto no contaba con una excesiva cantidad de pisos como un hospital, si que eran varios para su cuerpo maltrecho, cada parte de el comenzaba a punzarle por el esfuerzo de bajar las escaleras.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora