Capítulo 30

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Martes.

Una semana más a la lista del mes.

Estaban a finales de Octubre, y cada vez más cerca de su cumpleaños, y de navidad.

Sabía que eso debía de alegrarle, pero desde hace mucho años realmente nunca lo había celebrado, no desde que su mamá se había ido... además esas no eran las mejores fechas para ella. Hace dos días había sido el aniversario de su madre, y Max la había acompañado a dejarle flores, le habían comprado la más hermosa de las coronas así como muchos ramos de rosas blancas, sus favoritas, y él estuvo en todo momento a su lado, dandole su apoyo como lo ha hecho desde el primer día que lo conoció.

Dolió... dolió mucho, pero no tanto como otros años, porque ahora no estaba sola, tenía a Maximus, a su padre a su lado. Había podido contarle de los pocos recuerdos bonitos que tenía, esos recuerdos que atesoraba en su memoria como autenticas joyas temerosa de que el tiempo pudiera robárselos.

Dejó escapar un suspiro entre sus labios y se puso en pie, se había cansado de jugar con los peluches, solo llevó al señor León con ella a lo alto de la casita, era su lugar favorito, su propio espacio para pensar, para dejarse ir.

Halloween estaba tan cerca, nunca antes lo había celebrado en verdad a decir verdad, solo había envidiado desde lejos a sus compañeros con sus disfraces y las fiestas a las que iban, aunque la idea de una fiesta tampoco la volviera loca, no, lo que en verdad lo hacía era la idea de disfrazases, de poder ser por una noche lo que ella deseara por más descabellado que fuera.

Ante esos pensamientos sus mejillas se volvieron rojas de la vergüenza, solo se había atrevido a confesarle a Amber la idea de un disfraz, le hubiera gustado que en algún momento su madre la hubiera disfrazado de Bu, claro de haber visto esa película en su infancia, pero ya estaba demasiado grande como para pedir dulces y hacer esas cosas.

A pesar de que no había tenido el mejor principio con la pelirroja había construido un fuerte lazo con ella, uno de esos en que el tiempo no importa porque sientes que conoces a la persona desde mucho antes, así se sentía con Amber, que la conocía de hace toda una vida... y secretamente añoraba que ella pudiera darle el calor de una madre, o al menos lo más cercano a ello que existiera, porque nadie podría reemplazar a la suya.

Ciertamente esa idea nunca podría suceder, no creía que la pelirroja fuera el tipo de mujer que pudiera gustarle a su padre, aunque a decir verdad no estaba seguro de cual era su tipo, o si en verdad tendría alguno... Zafrina Ivanov, la había visto unas cuantas veces en las revistas del super, era hermosa, no podía negarlo, pero tenía una mirada demasiado fría que poco le gustó, no podía creer que su padre hubiera salido con ella en algún momento de su vida.

—Supongo que nunca podré entender la forma de pensar de los hombres.

—¿Y por qué querría una bebé como tú entender nuestra forma de pensar?, ¿acaso un chico a conquistado tu corazón chiquilla? Parece que Max tendrá que lidiar muy pronto con el papel de papá celoso.

Chiquilla... hasta ahora solo una persona le había llamado de ese modo, uno de los mejores amigos de su padre, Alessandro, pero qué hacía aquí.

Desconcertada se puso en pie y gateo hasta la entrada de su casita encontrándose efectivamente con el apuesto aunque torvo hombre, sus ojos azules aún seguían pareciéndole en exceso intimidantes, incluso más que los oscuros de Max cuando lo conoció.

—¿Señor Alessandro... qué hace aquí, mi papá también se encuentra aquí?

La sonrisa que le dedicó la desconcertó, parecía como si él supiera algo que ella ignoraba, además era poco más de media mañana, se suponía que su padre estaría trabajando, al igual que el hombre frente a ella.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora