Capítulo 38

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La sangre de la pequeña castaña pareció calentarse en sus venas como lava misma en cuanto salieron del baño, a pocos pasos de ellos se encontraba la bella rubia de recepción con una cara de total sorpresa.

Sin pensarlo Alina se tomó de la mano del pelinegro y se escondió ligeramente detrás de él, no quería ver la sentencia en los ojos de esa mujer, no quería volver a sentirse encasillada en un papel que nunca le correspondió, y que sin embargo le endosaron a la fuerza.

—Con su permiso. –Alessandro no expresó explicación alguna, tan solo sostuvo a Alina de la cintura pegándola a su costado, siendo su escudo personal hasta que llegaron al frente de la oficina del señor Dante.

Las mejillas de la castaña se sentían arder, nunca más volvería a ese lugar, no tendría la cara para enfrentar a esa mujer o a cualquiera que los hubiera visto, ella sabía que no habían hecho nada malo, pero la gente... la gente es mala por naturaleza, lo había sabido en carne propia.

—Todo está bien muñequita, todo está bien.

—Pero ella... –no pudo terminar de hablar, las palabras se negaban a ser dichas en voz altas, se negaban a cobrar vida.

—Yo me haré cargo, no tienes nada de que preocuparte. Ahora andando.

No pudo decir más pues el señor Dante se acercaba a ellos con una deslumbrante sonrisa en el rostro, una que tal vez en otro momento la hubiera puerto a temblar, y ese hecho la hubiera conducido a cuestionarse acerca de qué estaba mal consigo misma, pero no ahora, no cuando la etiqueta que tan bien había conocido en el pasado amenazaba con volver a ella.

El descenso en el ascensor fue rápido, apenas hubo una corta charla, en el lobby del lugar los estaban esperando ambos gemelos y en cuanto Alina los vio no pudo evitar reprimir el sentimiento de alivio, ellos de alguna manera con sus tonterías siempre lograban hacerla sentir que todo estaba bien.

Tan pronto salió del elevador corrió hacía sus guardaespaldas y se lanzó a los brazos de Bastian quien no dudo en refugiarla entre ellos.

—¿Sucedió algo princesita? –Negándose a decir nada por el momento tan solo negó lentamente, solo quería sentir el calor de esos brazos sobre ella.

—¿Sabes si papá ya va en camino para comer?

—No, pero eso se puede resolver rápidamente princesa. –Alina le agradeció a Basil su acción de llamar a Darrel, el jefe de seguridad y guardaespaldas principal de su padre.

Pasos a sus espaldas la hicieron consciente de la presencia de dos hombres.

—Nosotros iremos en mi coche, iremos detrás de ustedes.

—Claro señor Esposito.

Alina se sostuvo de la mano de Bas en cuanto comenzaron a caminar y dirigirse hacía el estacionamiento; no podía creer como ese día que parecía ir tan bien después de todo se hubiera arruinado así, y es que ahora no era solo ella, no, ahora llevaba a cuestas el apellido de su padre, Dragomir, no podía mancharlo por nada.

Ante esos pensamientos un leve gemido salió de sus labios, se sentía abatida y frustrada, también un poco temerosa de lo que fuera a pasar, si esa mujer hablaba sería seguro que los chismes correrían y la gente comenzaría a hablar.

Negándose a llorar por los sentimientos negativos que comenzaban a danzar en su interior se subió al coche y colocó el cinturón. Tan pronto todo estuvo listo salieron de la firma con rumbo al restaurante.

¿Su padre se enojaría si rumores sobre ella y Sandro llegaran a extenderse?, seguramente sí, estaría furioso, él era su mejor amigo, pero... su padre solía ser muy sobreprotector, además de que la diferencia de edades entre Huesitos y ella era abismal.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora