Alina se contempló una vez frente al espejo del baño, no se sentía a gusto dentro de ese traje, pero no podía decir nada al respecto, era el uniforme que le había tocado vestir para ese evento, y trabajo era trabajo.Dio una vuelta sobre sí misma contemplándose una vez más frente al espejo, los pantalones no estaban mal, aunque eran demasiado ceñidos a sus piernas, lo que en verdad no le gustaba era la parte de arriba, una blusa estilo halter en un vivo color azul que solo resaltaba su pálida piel, y tenía un gran escote en la espalda.
—Trabajo es trabajo Aliana, no puedes buscarle pero a todo.
Con una sonrisa de animo hacía sí misma salió un poco cohibida de su escondite y se dirigió a la planta baja donde las demás chicas ya se encontraban, en total eran cinco, y todas estaban bajo el mando de Amber, la pelirroja y malhumorada mujer.
—Están aquí para servir a los clientes, no para coquetearles, y mucho menos para restregar sus pechos en sus caras, a cualquiera que sorprenda haciendo algo parecido no solo no tendrá su paga, sino que no volverá a trabajar aquí nunca más.
Alina vio disimuladamente a su alrededor descubriendo que de todas las chicas ella era la única que lucía... pequeña, sí, esa era la mejor palabra para describirse a sí misma. Era la más baja de estatura y ni decir de sus atributos de mujer casi carentes en su cuerpo. Además de que todas las demás llevaban cortas faldas negras y ella en cambio, vestí un pantalón negro.
—Recuerden que este es un evento completamente privado, y como tal deben de comportarse a la altura. Si algún cliente intenta tocarlas me lo dicen al instante, si ustedes siguen su juego ustedes solas verán como se libran de él.
Y sin más Amber se dio la vuelta yendo hacia su propio puesto de trabajo, la barra. Ella era uno de los barman de ese lugar, cuando la castaña lo supo se encontró francamente asombrada.
El resto de las cuatro chicas rápidamente se fue a sus puestos dejando sola a Alina en el medio de ese lugar, aturdida comenzó a caminar hacia una de las bandejas de comida, tendría que esperar a que llegarán los clientes.
De manera inconsciente levantó la mirada hacía la oficina de Darius, desde el miércoles había salido de viaje dejando a Amber a cargo del establecimiento, y no volvería hasta el domingo, lo cual significaba que llegaría dentro dos días.
Ansiosa comenzó a morderse el dedo pulgar, era una manía horrible que tenía desde niña que no se había podido quitar de encima. De acuerdo con lo que dijo Amber hoy les pagarían, por lo que mañana mismo podría ir a pagar la luz, y cuando regresará Darius tal vez podría pedirle un adelanto de su paga.
Un sonoro suspiro salió de su boca al pensar en todos los problemas que tenía encima, ahora que su padre sabía que estaba trabajando no hacía el más mínimo esfuerzo por guardar algo de dinero, o al menos el esfuerzo por mantenerse sobrio.
Sus pensamientos se detuvieron en cuanto entraron por la puerta principal un grupo de hombres, todos tenían algo que los hacía atractivos y gritaba a mares que tenían dinero, y a ojos de Alina eso también los hacía déspotas, soberbios y con la actitud de poder tener lo que quisieran en el mundo.
Lastimosamente se había topado con gente de ese estilo antes, quienes creían firmemente que por tener más dinero en sus cuentas corrientes que las demás personas podían tratarlos como quisieran, rebajarlos con una mirada sobre el hombro.
Alina contempló una vez más la esquina en la que se encontraba, y dio gracias internamente que Amber le hubiera otorgado ese lugar. Su tarea no era complicada, solo debía ofrecer los bocadillos a los comensales que fueran llegando, y estar atenta por si alguien deseaba más comida, además no tendría que estar atendiendo tan constantemente las mesas como las otras chicas que se encargaban del alcohol.
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Mi pequeña princesa
RandomUn hombre que lo tiene todo en la vida, viajes, mujeres y una cuenta corriente de miles de millones de dólares, pero siente que algo le falta, algo que el dinero no puede comprar realmente. Ella, una niña que ha tenido que convertirse en adulta dem...