Capítulo 6

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Se encontraba manejando sin rumbo fijo, estos últimos días sentía que tenía la cabeza en cualquier parte menos en el trabajo, ni siquiera la belleza exótica de Zafrina lograba retener su atención más de unos cuantos besos, sus pensamientos solamente bagaban sin rumbo fijo, para terminar llegando al mismo lugar. Una castaña de grandes ojos verdes.

Desde que había visto a esa chiquilla en la escuela no la podía sacar de su cabeza, se había convertido en su maldición, la tenía en sus pensamientos día y noche, imaginando cómo sería encontrarse junto a ella, cómo sería poder cuidar de ella.

Pero nunca dejaba que sus pensamientos fueran demasiado lejos, no podía permitirlo, simplemente se negaba a perder todo por lo que había luchado por un estúpido deseo, ya había pasado por ello una vez, y no pensaba volver a repetir ese maldito infierno.

Hace muchos años cuando aún era un estúpido iluso creyó que podría salir impune, esperó ciegamente poder compaginar una vida de fantasías con la vida real, pero todo le explotó en la cara demasiado pronto, aunque tal vez eso fue lo mejor, no tuvo tiempo para ilusionarse y lamentar todo aquello que pudo haber sido y nunca sería.

De forma automática frenó de golpe cuando frente a él un pequeño cuerpo cayó desplomado, tuvo suerte de llevar el cinturón puesto, de lo contrario seguramente su cabeza se hubiera estrellado contra el volante.

—¡¿Qué demonios?!

Furioso puso las intermitentes del vehículo antes de bajar a ver quien demonios se había "tropezado" frente a él. Dudaba francamente que fuera un accidente, en el pasado muchas mujeres habían usado ese mezquino truco esperando llamar su atención de una forma descabellada.

Maximus analizó a la chica que se encontraba a unos cuantos pasos del capo de su convertible. Piernas largas, pero delgadas, espalda descubierta enteramente, y melena castaña, la cual tapaba el rostro de la chica, encajaba perfectamente en el perfil de mujeres desesperadas, por lo general ese tipo de chicas al ver un auto de lujo hacían lo que fueran por tener la atención del hombre dentro de él.

—Vamos puedes dejar de fingir que estas desmayada, los dos sabemos que no es verdad. –La mujer si lo escucho no hizo el menor intento de moverse, lo cual solo lo enfureció más—. Podemos hacer esto fácil o difícil, así que tu decides muñeca.

Exasperado por el mutismo y la inacción de la mujer finalmente se agacho, y con cuidado le dio vuelta, no deseaba ser acusado después de maltrato o cualquier tontería que la imaginación de esa chica pudiera inventarse.

Cuando el cabello chocolate se encontró fuera del rostro de la mujer se dio cuenta con sorpresa que no era una mujer, era una chiquilla, y no cualquiera, era su chiquilla, qué hacía vestida con esas ropas, pero más importante aún, qué le había sucedido en el rostro.

—¡Alina! –plameó suavemente su cara en busca de alguna reacción, pero ella no se movió—. vamos Alina despierta.

Con sumo cuidado acunó a la chica entre sus brazos, y un temor primitivo de poderla lastimar recorrió su ser, su pequeño cuerpo se sentía tan liviano entre sus brazos que lo hizo consciente de su propia fuerza.

Teniendo cuidado la dejó en el asiento del pasajero y le colocó el cinturón de seguridad antes de subirse él también al coche. Su primer instinto fue llevarla a su casa, pero descartó rápidamente esa idea, por el hematoma en su mejilla lo más conveniente sería si la llevará a un hospital, tenían que evaluar que todo estuviera bien con ella.

Marcó rápidamente el número privado de uno de sus mejores amigos antes de ponerse en marcha, necesitaba que un médico revisara a la chiquilla y no dejaría que nadie la tocara si él no sabía que era el mejor.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora