Capítulo 4

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Miércoles, al fin miércoles.

Aunque realmente no existía una gran diferencia entre los días, Alina solía perderse entre ellos, su rutina no cambiaba mucho a pesar de que ellos pasaran.

De lunes a viernes había escuela, tareas, exámenes sorpresa los cuales odiaba, y finalmente los fines de semana trabajo, trabajo, y más trabajo. Antes de que Darius la contratará apenas tenía tiempo de descansar esos dos días que debían ser sagrados para cualquier mortal, tal vez ahora con ese dinero extra pudiera tomarse unas cuantas horas para sí misma los domingos.

Despertó de sus ensoñaciones en cuanto los altavoces del aula sonaron con la voz del director en ellos.

—Alumnos, favor de dirigirse en orden y por grupos al gimnasio, repito, en orden y por grupos.

Y sin más los altavoces dejaron de transmitir. Lo había olvidado, hoy dirían quien era el ganador de la tan generosa beca para la universidad.

Alina reprimió las inmensas ganas de llorar que la embargaron en esos momentos, por alguna absurda razón le dolía perder esa gran oportunidad, y es que ella sabía que no era inteligente, que no se la merecía, y aún así la deseaba tanto que dolía.

—Ya oyeron chicos, quiero que recojan sus cosas y en orden salgan del salón. Debemos dar una buena impresión al señor Dragomir de que nuestra escuela merece realmente esa generosa beca.

Sin ganas Alina se puso lentamente de pie, los efectos de las codiciadas pastillas estaban pasando del todo, y hoy no pudo volver a tomarlas, no podía malgastarlas de ese modo, por lo que se obligó a solo ponerse el ungüento e ir a clases.

Las primeras en salir del salón fueron las chicas, seguramente ansiosas por ver al nuevo guapote que deambulaba por los pasillos de la escuela, no importándoles que les llevara años luz de edad.

En silencio tomó su lugar en la fila de acuerdo a su estatura, y en verdad deseo poderse escabullir hacía la biblioteca, o al menos a algún lugar lejano del gimnasio, no tenía ganas de contemplar toda esa pantomima.

Ordenadamente y bajó la atenta mirada del profesor se encaminaron hacía el gimnasio, por ser los de último año tuvieron prioridad de hacerlo, y es que al director no le bastaba con que los chicos de último año para quienes era la beca estuvieran presentes, no, él quería a toda la escuela en ese circo.

Para suerte de Alina las gradas que ocuparon fueron las más cercanas a la puerta de salida, con un poco más de buena suerte solo tendría que esperar a que todos estuvieran dentro para poder escabullirse por ahí. La astuta chica trató de ocupar uno de los últimos puestos, uno de la esquina, antes de dejarse caer desgarbadamente y observar todo a su alrededor.

El lugar se fue llenando rápidamente y los cuchicheos no se hicieron esperar, en especial de parte de las chicas, quienes se encontraban ansiosas por volver a ver al empresario. Alina no podía comprender del todo porque tanto bullicio entorno a ese hombre, aceptaba que era atractivo, pero hasta ahí, tampoco era la gran cosa.

Dejó bagar una vez más la mirada por el lugar y descubrió en el estrado con sorpresa al director y al aclamado hombre, esta vez llevaba un traje color gris plomo, que ciertamente resaltaba su oscuro cabello negro y su barba prolija.  

Alina sintió que la respiración se le atoraba en el pecho en cuanto captó su mirada sobre ella, y es que estaba segura que la estaba viendo a ella, ¿o tal vez estuviera viendo a una de sus compañeras? Tonta, claro que estaba observando a alguien más, ella ni siquiera merecía una segunda mirada, Dalton se lo había repetido hasta el cansancio mientras crecía.

—Buenas tardes a todos. Me complace presentar ante ustedes al gran empresario y filántropo Maximus Dragomir.

El silencio se hizo por unos segundos para ser roto inmediatamente por un resonar de aplausos. Alina se unió a ellos sin mucho entusiasmo en verdad, pero era mejor seguir la pantomima que ser reñida después por no hacerlo.

Mi pequeña princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora