27. Desenmascaramientos

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—Os lo ruego, retiraos... Marchaos...

Catalina quitó indiferente su mirada de Erik, quien era el que extrañamente había llegado, y volvió a acomodar su barbilla entre sus brazos. No le importaba el porqué de esa... determinación, solo quería que se fuera.

—¿Y qué pasará si yo decido hacerlo? ¿Os quedareis toda esta noche de Frühlingsfeier entre la luz lúgubre de esas velitas y sentada entre un charco de lágrimas? —este le ignoró su orden y siguió caminando hasta sentarse a su lado—. Si vais a hacer eso, por lo menos hacedlo de una forma más... memorable y que valga la pena. Es por eso, que he traído esta jarra de vino y estas dos copas ridículas de Francia. Yo beberé de la vuestra y vos de la mía con nariz chueca —aunque a juzgar por su expresión que parecía estar relajada, su tono seguía siendo adusto, o... de reproche.

¿Y ahora que pretendía? Si de por sí, ya dudaba de su racionalidad como de paso no comprendía su personalidad inconstante e impredecible, pues esta noche había superado sus expectativas. Después de que llevaban un buen tiempo sin cruzar palabra y sin cruzar tan siquiera miradas. Y que fue por él. ¿Ahora era él el que venía hacia ella repentinamente, y encima, con su tono frígido tan habitual y una jarra de vino? Si eso era su forma de intentar pedir una disculpa o de buscar algún apremiante interés propio, la verdad es que como le desagradaba este tipo.

El espesor de un incómodo e inquieto silencio, les atosigó por tiempo bastante prolongado.

—¿Alguna vez os ha pasado? —la escocesa decidió terminar el silencio. No por convivir, reconciliarse o por olvidar, ella solamente quería hablar—. ¿Qué os ponéis a reflexionar sobre vuestra vida o vuestra personalidad y... os dais cuenta de que parece haber algo mal ahí. Como la mancha negra en lo blanco. Algo... que marcó vuestra vida y, que a partir de ahí los pasos que dais, sin daros cuenta la mayoría de las veces o si, solo se encaminan a la voluntad de eso. Sea para bien o para mal...? —levantó la cabeza y vio nuevamente el cuadro, y él le continuó el raro accionar. 

»¿Sabéis? Tenía ocho años cuando a ella la ejecutaron. Y la noticia no tardó en llegar aquí en unas horas... Había terminado de recibir una de mis lecciones, y como siempre lo hacía, me vine hacia aquí. Era mi refugio. Un lugar completamente mío; por así decirlo. El tiempo pasó, entre otras cosas, y debía volver a otra de mis lecciones, pero mi nana nunca apareció para llevarme como siempre lo hacía. Entonces... —hizo obligadamente una pausa, para no derrumbarse mientras recordaba—, decidí hacerlo yo misma. Bajé y fui al salón de música. Pero, ahí no estaba mi nana, ni mi maestro. Y dije voy a esperarlos, pero fue una mentira. Odio tanto esperar.

»Así que... comencé a buscar a mi nana. Por todos los pasillos y salones importantes, pero no estaba en ninguno. Hasta que llegué al del trono. Las puertas estaban semiabiertas y me asomé discretamente a ver en ellas. Ahí estaba mi nana, y mi tutor principal el señor George Buchanan... Mi nana estaba llorando desconsolada y desgarrada, mientras decía en desespero: "¿Cómo voy a hacerlo? ¿Cómo le voy a explicar a una niña de ocho años que su madre ha sido ejecutada brutalmente al filo de tres hachazos, por haber pretendido poseer algo que era suyo y a la vez no lo era? ¿Cómo voy a hacerlo?" Yo ni siquiera sabía que ella estaba encarcelada en Inglaterra. Yo creí...

»Fue como si todo el miedo del mundo cayese sobre mi pequeña espalda y mis sentidos de conciencia se apagasen totalmente y por primera vez. Y se puso peor, cuando salí corriendo de ahí hasta la torre de nuevo y vi ese cuadro de mi madre... Ese día nunca salió de mi mente, y yo nunca volví aquí. Tuve que entender a tan temprana edad lo realmente vulnerable que soy a pesar de mi posición, y como la maldad que pensaba que solo existía en los libros, estaba cerca de mí. Demasiado.

»A mi alrededor, a mi lado, y que un día esta me consumiría. Así que desde entonces he hecho lo que sea para evitarlo. ¿Pensáis que solo actúo para resguardar mi bienestar al coste de los demás sin reflexionar en las consecuencias? Pues si lo hago. No lo voy a negar. Y sé muy bien que no es lo correcto, pero desde que tengo conciencia, aunque antes de ese día no lo podía entender, lo único que se me ha decretó fue: Sobrevivir. Hagáis lo que hagáis manteneos viva. No importa el precio. Pues si os pasa algo, todo se acaba.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora