49. Entre dos costados

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Después, ambos se fueron directo hacia los aposentos de la joven monarca. Donde cenaron —sin ser molestados— y se quedaron hablando muy cercanamente sobre la cama.

¿Sería esto tambien parte del paraíso?

Estaba ahí, nuevamente y solo con ella.

—...Si y cuando empezó el evento y me presentaron debidamente, rostros contentos no hubo muchos. Pero... lo importante es que si hubo un debido respeto; que creo que fue en un primer lugar porque sabía con asombrosa perfección su idioma. Sea como sea, lo agradezco más que otra cosa. Aunque esos rostros por momentos daban espanto —dijo este recostado propio a la cabecera.

—No os apuréis, los escoceses tanto del sur como del norte, son por naturaleza poco amigables; en semblante y actitud. Creo que ya más que lo sabéis. Sin embargo, solo es cuestión a que se acostumbren —y lo harán.

—Quizás, aunque el ambiente animoso se percibió más por parte de los caballeros; nobles. Y no lo exagero, porque extrañamente uno de ellos me retó a unos juegos que se hacen cotidianamente en la celebración. Su nombre era... Ervin Bowie de Aberdeen, creo.

Ay por los cielos... El "noble" hijo de los Aberdeen del noroeste de Escocia. O como yo le recordaba y llamaba, el pretendiente de la mismísima casi flecha en el cuello.

—¿Ah, en serio? Realmente que extraño —al parecer, ese aun no la había olvidado...—. ¿Y qué tan mal os fue? ¿Por cuánto perdisteis?

Erik, engrandeció su mirada con altivez.

—¿Tan poco me conocéis? Yo nunca pierdo —no esperaba más respuesta que esa, pero...

—Ante mí sí... —murmuró Catalina, sabiendo que sería claramente escuchada por el otro.

—Mala, pero reconocible excepción —hizo una fugaz mueca con su nariz y ella se entretuvo—. Pero en esta no hubo. Sea quien sea ese, era muy soso y poco habilidoso. O tal vez yo era demasiado bueno y un rival muy intimidante —muy ambas, obvio—. Aunque, ello no fue tan memorable en este mes.

—¿Entonces que sí? —preguntó, atenta y muy emocionada; no solo de verle otra vez como un regalo tan bendito, sino que estuviera tan suelto y cómodo compartiendo con ella.

Si tan solo supiera, que así como hace él, yo estoy igualmente dispuesta la mayoría de las veces a escucharle de la misma forma también. Sin tan solo... ¡Catalina concentraos! ¿¡Ya olvidasteis lo que aconteció y vos misma decidisteis hace rato apenas!? 

¡Regina, Regina, Regina!

—Bueno... el Conde y yo en uno de los días siguientes, fuimos a visitar una especie de... Abtei; Abadía. Que quedaba fuera de la zona, y, donde exhiben vitrales de los monarcas Estuardo y sus Consortes. ¿Lo sabíais?

—Si, ya había oído de esa Abadía. Solo que nunca he tenido la oportunidad de visitarla.

Oportunidad, por no decir que nunca he visitado, nada, más allá de Stirling y Edimburgo. De nuevo, por mi seguridad...

—Pues os juro que un día de estos iremos juntos —declaró y luego tomó su mano. Aflorando esa sensación añorada de llenura y de refugio, que solo le provoca el roce desnudo de su fina y varonil palm... Catalina; Regina, Regina, Regin...—. Porque tenéis que ver lo hermoso que es vuestro vitral. Y lo visitado que es. Sois popular en el norte.

—¿En serio? —su corazón se consternó.

—Si, ellos aman a su reina. Que, los sacó de la aflicción de la inseguridad hasta en pleno día, provocada por culpa de ese pastor Lix. Y terminó las afrentas personales en las que ellos asimismo y evidentemente quedaban en medio. Se sienten mas que agradecidos con vos. Y por eso oran por vos y van casi todos los días a dejar flores cerca de vuestro vitral.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora