35. Un pacto eterno

165 7 0
                                    

Eso debía ser un chiste. Ahora resulta que todo aquello que rememoró, había sido de verdad un sueño o una alucinación. Y lo sostenía, porque este nunca olvidaba algo. Y ya se lo ha demostrado, tantas veces. Así que dudaba que ebrio si lo hiciese. Ahora tenía otra decepción más... Otra esfumación de esa inquietud, como el firme recordatorio de lo único que debían y estaban solo haciendo: 

Convivir y tratar de entablar una relación civilizada y armoniosa de dos consortes.

 Y yo creyendo que estaba enloqueciendo...

—Olvidadlo. Lo que trato de deciros es que... Bueno además, es que aunque ha pasado todo eso, aun temo. Que intenten a hacerme algo otra vez como eso. Que intenten debilitar mi avance y me hagan caer, otra vez y otra vez.

—¿Y qué importa si os hacen caer, mil veces? Lo importante es, que os levantéis mil veces.

—Pero el suelo duele, y, está muy muy frio... —se recostó floja, en el respaldo de la silla.

—Pues, no os quedéis ahí y ya —le aconsejó sencillo—. Catalina, el paso más difícil de dar, ya lo habéis dado. El primero. Y lo hicisteis con total iniciativa propia y convicción. Como también, ya os disteis cuenta vos misma de que no todo fue tan malo, ni tan difícil, ni tan, aterrador. ¿Qué más debe importar? Decid.

—Importa aun lo que sucedió, ¿no entendéis?

—¿Lo que os hizo esa momia? —dudó—. Tampoco importa sabéis. Realmente no.

—Pues, si, fijaos —le replicó ella—. Todavía duele y mucho, saber y ver como os traiciona vuestra propia familia. Otra vez y sin cesar. Solo para demostraros que, realmente nunca han sido de verdad vuestra familia. Y bueno, sí sé que suele suceder en todas las cortes y monarquías y es como regla de oro pero...

—Es más preferible que todo aquello haya sucedido y vayáis conociendo la verdadera cara de esa gente, a que siguieseis viviendo engañada por ellos y que eso os provocase peores cosas después. Os afectará, sí, pero, es mejor así. Y más, porque eso os dio el empuje que necesitabais, y todo para entero bien.

—Tal vez... Y sí. Porque ahora estoy muy empeñada en seguir adelante y de ir por el buen camino, como seguir haciendo lo correcto. Porque quiero, ser una buena reina, y quiero que mis súbditos... me quieran. 

—Esas emociones a veces son demasiado ambiciosas. Sin embargo... todos lo desean.

—Si. Y ahí es donde reitero que todavía hay miedo... No solo me refiero a los de afuera y a mis falsos familiares. La gente a veces puede ser muy ingrata, ¿sabéis? Mi madre fue muy buena con la gente. Siempre les ayudó y, al final ellos mismos la destruyeron e Inglaterra terminó de destruirla. Todavía tengo temor de que... la historia se intente repetir otra vez.

—No tiene por qué repetirse la historia.

Catalina llevó detrás de su oreja uno de sus ondulados mechones, sin él quitarle la vista.

—Y lo sé. Pero, esas cosas no las sabemos. Solo Dios —murmuró no con tormento, sino con un estable sosiego—. Y se lo que vais a decir, que a estas alturas ya no debería pensar en derrotismos, y que quede claro que no lo estoy haciendo. Ahora siento y veo como claramente Dios si esta de mi lado. Pero, él miedo no se borra de la noche a la mañana.

—En ningún momento os he dicho que dejéis o borréis el miedo. Lo que os digo es, que no lo veías como un obstáculo, sino que lo hagáis vuestro aliado. Que lo uséis a vuestro beneficio. Así, nadie nunca volverá a usarlo en vuestra contra y así, siempre iréis un paso adelante de los demás. De todos. Más ahora.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora