64. Tal Pilatus

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Oh, paz. Que venís y vais, tal espora, tal relámpago, tal vaivén, como hoja de olivo en pico. ¿Por qué sois tan difícil de encontrar y después de conservar? ¿Acaso cernida sobre una cabeza, enjaulada, no podéis habitar? ¿Tal ave que extiende sus alas y vuela lejos repetidamente en ciclos sois? ¿O es que aún no he entendido vuestro significado y por eso no permanecéis conmigo por completo? ¿O, solo tratáis de hacerme cada vez más fuerte, mi voluntad de acero, para que pueda resistir a todo, y luego así, mereceros y descansar?

Si algo había aprendido muy bien la joven monarca a lo largo de su vida era que no todos son lo que aparentan. Mas cuando tenéis demasiado poder, o tendréis. Ya eso era su mayor mordacidad. Su mayor habitual.

Y la más dolorosa en sobre todas las cosas.

Pues si eres muy pequeña para controlarlo, otros jurídicamente vienen a hacerlo por vos. Y ya cuando crecéis, quieren seguir haciéndolo "jurídicamente" porque os creen incompetente. Indigna. Unos sonríen mucho y son cordiales, pero cuando el sol se oculta son despiadados y déspotas. Otros no sonríen mucho y son nada cordiales, pero son agradables, aunque en excesivo problemáticos. Sin embargo, aunque sus motivos y delitos hayan sido diferentes porque uno fue de mala manera y otra quizá de buena, ambos son mentirosos por igual.

Y era ahí donde estaban los mayores desafíos que un monarca debe afrontar. Aquellos que jamas se esperan. Del todo. Y aquellos cuando querer usar vuestro critico juicio y compromiso de ser justo, se combina con el corazón... Con la propia y misma sangre.

En la cúspide de una de las torres, una paloma se posó. Y aunque desde un lejano corredor observaba, le fue capaz de mirar su brillantez. Su cualidad blanca, que sobresalía sin alardeo de manera conciliadora en todo el horrible temporal. Pudiendo hasta decir, que era igual de hermosa, o mucho más, que aquella que cuando fue niña observó.

—¿Su Gracia? ¿Qué hacéis aquí?

No obstante, esa conciliación no la estaba influenciando. Solo mas impasible, que como ya recostada se encontraba en una gélida pared. Se congelaba, aunque traía puesto un grueso abrigo gris y un par de blancos guantes, pero no quería moverse y... recordar. Solo, estar en silencio y observar esa ave.

—¿Su Gracia? —el insistente Lord John que previo andaba de paso, volvió a alzar la voz.

Aun así, ella no dejó su bonanza tarea.

—Cuando mi madre fue ejecutada y la noticia llegó aquí, mi abuelo hizo una celebración. Y me hizo participe, aunque estaba pasando el peor momento que cualquier niño puede pasar. O una reina o rey niño. Por lo que significaba ello. Me sentó a su lado y me hizo ver como se regodeaba con todos sus hombres. Como hacia repugnantes chistes de mi madre y su cabeza cortada. Solo estuve seria. Inexpresiva. Aun cuando él me tomó del mentón y me dijo que mejorara el semblante y, fuese siempre dócil para que algún día no me pasase lo mismo a mí.

»Y yo me pregunto: ¿Dónde estaba la justicia ahí? ¿Qué era eso un delito? ¿Un abuso de poder? Al parecer no ante los ojos de todos. Lo terrenal. Así que tuve que aguantar sus regaños y castigos hasta que alguien de afuera tuvo la "maldad" de crear un complot contra él y detenerlo para siempre. Justicia divina. Pues ¿qué sería de mi ahora, de nosotros, del reino si siguiese con vida? ¿Si hubiese hecho...? Terrible. Aunque sé muy bien que era mi sangre. MI familia.

Al igual que Isabel, James, Elizabeth y Francis.

—Su Gracia, ¿vamos adentro, tal vez?

—Y del otro lado tenemos al Conde de Arran. Tambien es parte de mi sangre. MI familia. Todos le conocemos. Y yo sé perfectamente que no es ni un santo. Se... que a veces tambien me gritó, me llegó a jalonear un tanto tambien. Me subestimó. Pero él así ha sido educado familiar y militarmente. Y que quedé en claro que no lo justifico, sé que está mal. Pero, siempre he tenido una teoría. 

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora