32. Doce leones

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El resto de la tarde lo pasó en la interesante compañía de Lord John, quien se comportó muy afable con ella, como tuvo la paciencia necesaria de explicarle más a fondo esa crisis en sus arcas, todos los gastos y deudas. Como las crisis económicas que aquejan a sus súbditos desde lo ocurrido en la guerra civil como muchos antes. Y no solo del ámbito financiero, sino también, le relató un poco sobre todos los políticos, sociales y religiosos, que hacían surcos en sus fijos propósitos.

¡Y hasta desde un punto histórico!

—Excelencias, muy buen día. Yo... Así no.

Y si bien, nunca podría quejarse de las esplendidas enseñanzas de su tutor Buchanan. Él realmente se quedó corto en la otra parte importante del conocimiento más allá de la filosofía, las ciencias, los idiomas y la magnífica literatura. La otra parte donde le enseñaban de su propio reino y de cómo gobernarlo. Era hasta una completa ironía a su verdadera posición. Y no podía recriminárselo. Pues, la culpa la tuvo su abuelo y su ambición. Como su ingenua creencia de que iba a enviarla lejos, algún día, a un reino lejano para casarla con un heredero. Y así tener en sus manos el absoluto poder. Su poder. Catalina cada vez más se sorprendía de todos sus familiares. 

Y gracias a Dios todo eso nunca pasó.

¡Que va un tutor inglés! Ese día se dio cuenta de que en realidad lo que necesitaba con urgencia era un tutor escocés. Y al parecer sin buscarlo, ya lo había encontrado en nada. 

A Lord John. Este tenía una personalidad muy tolerante, inteligente, agradable y un poco mordaz diría. Tenía una excelente fluidez genuina para expresarse, como para enseñar correctamente. Y no le sorprendía, puesto que en un momento mientras charlaban le contó que antes de vivir en Stirling, fue catedrático en una institución importante de Edimburgo.

Y ahora. Estaba en corte al mando de toda la tesorería real y siendo parte de ese consejo lleno de cabezas duras. Hasta el momento de todo lo que le había hablado, lo que más le daba terror, sin mentir, era lo que dijo sobre el Consejo Privado. O como él les llama, los doce leones. ¿Debía causarle nerviosismo? Si y mucho. La seguridad que estaba manejando hace unos segundos había disminuido algo. Porque nunca los había visto a todos reunidos en solitario. Y ya algunos hasta les había olvidado sus nombres como sus apellidos.

—Buen día. Excelencias de... Ay no. Peor. ¿En realidad debo saludar o no? Yo creo no.

Algunas muy buenas ideas, ya se le habían ocurrido como soluciones. Y hasta su tesorero las consideró como excelentes y muy interesantes. Solo que no sabía aún, si ya estaba preparada para unirse al consejo y enfrentar a esos hombres. Porque sabía que varios, aún estaban muy resentidos o molestos. Y no quería que tratasen de minimizarla o, intimidarla. Porque aparte de que la harían sentirse arrepentida de la confianza que andaba, tenía miedo de alterarse, y hacer otra terrible y escandalosa equivocación al perder común el control.

Pero, Lord John con sus palabras pudo tranquilizarla un poco. Le dijo, que no se sintiese presionada, y que cuando ella desease se podría unir al consejo. Como que no estaba mal que sintiese nervios, pues, era la primera vez que participaría en eso. Sin embargo, lo que de verdad le hizo recobrar la motivación y la confianza para no seguir atrasando ese acontecimiento y solucionar lo del préstamo, como otras cosas, fue una frase que le recitó. Y cual repitió desde entonces:

"Nosotros podemos ser doce leones, pero nunca olvidéis que vos sois la domadora"

Esperando afuera de las grandes puertas de la sala del consejo y al día siguiente, Catalina estaba preparándose por última vez antes de dar la señal de aviso de que iba a entrar. Sus damas, que eran las únicas que sabían de eso además de sus guardias y Lord John, la peinaron de una manera que la hiciese parecer formal y solemne. Algo que era de esperarse, aunque se sentía un poco incomoda por tanto jalón. Pero eso sí, el vestido lo eligió ella. Como era de esperarse, uno de brillante plateado. ¿Era escandaloso? Quizá, como contradictorio. No obstante, era su tono favorito, y quería que le acompañase algo así en un día tan importante como ese.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora