40. No más

236 9 0
                                    

Oírle eso, solo terminó a su remordimiento llegar al límite. Tal vez hasta los confines del cielo azul, sino es que ya se ha sobrepasado de ahí, pero dejaría que él lo notase. Porque en simultaneo, se sentía jubilosa. Y deseaba continuar sintiéndose así por más duración.

—Agachaos columna —le pidió. Y Erik lo hizo, expectante. Depositándole la joven monarca, un breve beso cerca de sus labios. Uno que le fue tan satisfactorio, íntimo, como abrasador. Conjuntamente, tomó del tocador un abanico de plumas blancas. Y se lo estrelló contra el brazo por lo que dijo de ella. Pero esto no le hizo más que una simple caricia—. ¡Diablos!

Con una anotación sarcástica, él se mofó.

Así que Catalina repitió el golpe, pero esta vez usando su puño. Y ojo, sin pasarse de la línea.

—Y si la próxima seguís con cosas mentirosas de mí mientras duermo, os igualaré el dolama en la otra costilla —sentenció. Pero a este no le causo gracia, puesto que advirtió, el cómo se tensó de inmediato en un terrible silencio. 

Que perturbó. Y demasiado hasta para él.

—Catalina, quisiera hablaros tambien de...

—¿De lo que pasó aquella noche? No. Hoy no. Después, ¿sí? Vanson, volvió de su viaje. Tenemos que concluir los últimos retoques de nuestro retrato. Este infortunio fue tan impensado que no hay tiempo de cancelarle. Al menos con lo que hicisteis, ganamos un poco de ventaja y tiemp... Yo ya estoy lista, así que... apuraos. Porque luego tengo que convocar con celeridad un Consejo —cambió inquieta la conversación, esperando que no quisiese volver a retomarla. No por ahora.

—Con razón —jaloneó suavemente el hombro acolchonado de la escocesa—, ya decía que esa vestimenta se me hacía bastante familiar.

—Apuraos —apremiándole con otro golpe de abanico, salió de su animado acorralamiento—. Ah, y poned la cara seria, pues, estamos enojados —le dio otra vez un tanto de risa, al recordar que eso en Erik, no hacía ni falta; y agitó sugestiva el abanico cerca de sus ojos.

Pero antes, la joven tuvo que hacer una corta parada, en una puerta que al intentar tocarla se abrió por si sola. Resultando un fortachón.

—Catalina —le dijo Jacobo—. Qué sincronía, ahorita yo iba a buscaros para prevenir un...

—Llegáis tarde, ya ocurrió. Y fue horrendo. Pero ni os preocupéis, Erik ya me lo explicó todo. A lo que vine es para que vayáis por el Jefe de Médicos. Y, parte de sus estudiantes.

—¿Convocareis Consejo en inmediato?

—Todavía no, luego. Tengo cita con Vanson, y ese hombre está a una falta de asesinarse o... de estrangularme. Pero los quiero listos, pienso enviarlos para tratar a los enfermos.

—Esa es una muy buena idea —indicó—. ¿Y entonces de verdad no os molestasteis con...?

—Mi molestia verdadera la sabréis pronto en el Consejo, y es en totalidad ajena a esto. Ya he oído muchas malas historias, como me las he creado yo misma y os lo juro que ya estoy cansada. Solo... haced lo que os he mandado, ¿sí? Creo que, sois el más sensato por ahora.

—¿Más que Lennox? Eso si es algo grande. Me voy a jactar de ello ya en su carota —se burló.

—Jacobo... No me hagáis arrepentirme. 

Visualizándolo, comenzó a caminar lejos. No podía retrasarse más, necesitaba el detallar...

—Hacéis bien. Escuchad a vuestro instinto y, a vuestro corazón. Erik es buen muchacho.

Eso era bastante sorprendente.

—Lo sé —le dijo más para sus adentros que para él, regresando por uno de esos tan toscos abrazos casi paternos, y así irse despejando.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora