16. Un visitante

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Un tibio y suave beso impactó sin tanto aviso, en sus labios inquietos y virginales. ¿Le había gustado? No lo sabría decir. Nunca antes había experimentado tal intima sensación. 

Nunca se lo había planteado, imaginado, ni deseado. Ni siquiera había estado nunca, tan cerca de un hombre antes, en tales bajas intenciones. E imaginaba que él, ya se había dado cuenta de su ingenua inexperiencia.

¿Acaso, estaba tocando con la punta de los dedos la sublime gracia del ansiado paraíso o acaso, estaba probando el fruto del pecado, el cual me condenaría a las tinieblas del infierno?

Abrió sus ojos con debilidad, y muda, se dio cuenta de que su cuerpo se hallaba tumbado contra el colchón de la cama. Con la extranjera figura masculina encimada ligeramente sobre ella. ¿Cómo rayos...? La desorientación se adueñó de sus ojos, al ver como él se alejó lo suficiente y le vio directamente a los ojos, sacudiéndola más. Sería inexplicable describir la tensión silenciosa de ese intercambio, él le veía totalmente sereno y ella totalmente nerviosa.

Temblor tras temblor emanaran sobre cada parte de cuerpo, cuando la mano de este, apartó unos cabellos de su rostro y los acomodó detrás de su oreja. Para luego acariciar con la misma delicadeza su mejilla ruborizada. Un intento de sonrisa se quiso formar en él, pero está nunca se concretó.

¿Qué sería que le impidió hacerlo? ¿Su orgullo? ¿Su frialdad? O ¿Su desinterés?

Deducir aquello le quemaba extrañamente a Catalina. Como ese tenso silencio entre ambos. Sin embargo, no se hizo un lio en la cabeza por adivinarlo, porque cuando menos lo espero, Erik volvió a unir sus labios. Y a empaparla de nuevo de ese rastro de vino.

La sutileza y suavidad del anterior beso, se transformó en este nuevo a uno ferviente y que manifestaba pasión, provocando una gran dificultad en los labios novicios de la joven monarca. Soltando escasamente sus labios, este dirigió su boca húmeda sobre su mejilla. Causándole cosquillas y más temblores su prominente bigote, mientras se encaminaba hacia su grácil cuello y con su otra mano empezaba a tirar de los cordones.

Ella abrió de nuevo sus ojos, pero esta vez de forma violenta, como si hubiera despertado de una alucinación profunda y maligna. No lo estaba disfrutando para nada, sino más bien era incomodidad lo único que sentía. Con su vista directa al techo, comenzó a percibir aquel sentimiento tan familiar que la aquejaba casi siempre. Hizo presencia terminante, el miedo, y con eso el avivamiento de sus cavilaciones. No importaba en que se acaba de convertir, que sería por siempre, era un extraño a sus ojos. 

Desconocía sus intenciones.

¿Qué tal si, el objetivo de su seducción era dominarla para ganar más poder? O ¿Qué tal si, su verdadero objetivo era conseguir rápido un heredero, el cual le arrebataría después de nacer, para atentar contra su vida y quedarse como regente —rey— de Escocia? El pavor de esta última, fue tan grande que su boca se abrió y las palabras empezaron a brotarle.

—¡Deteneos! —exigió con desespero.

Viendo que Erik simulaba hacer oídos sordos, extrajo fuerzas y con ambas manos sobre su pecho, lo empujó agresivamente para volcarlo a su lado. Eso hizo que en su Alteza despertara un gran desconcierto, que se notaba en la exageración de su entrecejo.

—¿Qué ha ocurrido? ¿Acaso, os he ofendido de alguna manera? —inquirió, exaltado.

—No —se apresuró a decir—. No, no... es eso, solo que... n-no no me siento c-cómoda. Si.

—¿Cómoda...? —repitió lentamente.

—Si, Cómoda. ¿Queréis que lo deletree? —no se lo pensó dos veces para ser sarcástica.

Coronada en Gloria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora