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Ella me dijo que la esperara hasta la madrugada para que habláramos. Me estaba cayendo del sueño, pero no me iba a dormir sin que pudiéramos hablar.

Fue a las cuatro de la mañana cuando la vi conectada en Skype, por fin. De inmediato marqué la camarita para una video llamada y luego de unos segundos, la pude ver.

Me dolió el corazón verla. Y maldije al maldito Skype por su mala calidad de imagen.

Sus hermosos ojitos estaban hinchados y tenía grandes ojeras. Tenía una trenza al lado, pero se veía despeinada de todos modos. Pude ver detrás de ella como Davy y Dora dormían en su cama.

Y aún así, se las arregló para sonreírme.

Hola, Gilbert.

—Hola, bonita —susurré, tocando la pantalla como si pudiera tocar su mejilla—. Sé que es una pregunta estúpida, pero, ¿estás bien?

Suspiró, metiendo un mechón de su cabello detrás de su oreja.

Me siento como si fuera de porcelana —respondió. Pude ver el brillo de las lágrimas acumulandose en sus ojos—. Como si mi mundo entero fuera de porcelana y alguien estuviera encargado de golpearlo. De romperlo. Hay demasiadas grietas y tengo miedo de que realmente se rompa.

Quise abrazarla. Quise traspasar la pantalla y apretarla en mis brazos. Consolarla hasta que se quedara dormida en mis brazos. Lo quería. Y no podía.

—Linda, ¿sabes algo? —sonreí, intentando darle ánimo—. Me gustan las cosas rotas. Las personas rotas. Que tienen miles de grietas. Mírame, puede que no tenga tantas grietas como tú, pero estoy roto. Y sí, duele, pero te juro que aunque creas ser una chica de porcelana, eres del hierro más fuerte y firme.

Mi corazón se dolió al verla así. Siempre me iba a doler el alma al verla llorar.

Desearía no tener que serlo —sus palabras sonaban duras y serias. Y entonces, se quebró en llanto—. Yo la amaba. No era mi tía real y quizá no la veía siempre, pero desde el primer momento que me vio, me amó como si fuera ella la que me adoptó. Dios, la amaba demasiado. Y ver a los mellizos lastimados me duele mucho más que mi propio dolor. Son niños. Tienen once años. Perdieron a sus padres siendo unos niños.

—Anne...

Pero al menos, sabían que sus padres los querían. Y que no los quisieron dejar. Como a mí. Como a ti. Sabemos que nos quisieron, pero la vida tenía otros planes. Ahora, sólo quiero ayudarlos. —Anne suspiró y se pasó el dorso de su mano por sus ojos, antes de mirarme y sonreírme—. Y ayudarte. Sino puedo ayudarme a mi misma, al menos puedo ayudar a alguien más.

—Yo te ayudo —repliqué, asintiendo energéticamente, más feliz al ver su sonrisa hermosa—. Estamos juntos. Si no te apoyo, ¿de que sirvo? Vamos a superar todo juntos, bonita.

Ahora sonrió con más alegría.

—Por cierto, dijiste que a la setenta y un razones ibas a ser mi novia.

Frunció el ceño. —Jamás dije eso.

—Oye, yo recuerdo todo exactamente.

Ella negó y se puso de pie, yendo a su escritorio que estaba más atrás. Sacó un cuaderno y pasó las páginas con rapidez mientras se sentaba de nuevo en su lugar.

Mira, aquí lo escribí —dijo, mostrándome la página del cuaderno. Extrañamente, podía ver lo que decía.

—¿Cuantas razones te quedan?

—Eh... ¿71? Sí, creo que eso.

—Entonces en 71 días más, aceptaré ser tu novia”

—¿Ves? Te dije que en setenta y un días más aceptaría ser tu novia, porque en ese momento te quedaban setenta y un razones. Ahora quedan veintiséis, así que en veintiséis días, luego de que termines todas las razones, aceptaré ser tu novia. Entendiste mal lo que te dije.

Probablemente debería estar indignado porque no iba a ser mi novia hasta en veintiséis días más, pero tenía otro detalle que me había dejado perplejo.

—¿Escribes lo que vivimos juntos? —pregunté, con ternura y amor creciendo mucho más fuere sobre mi.

Ella abrió sus ojos con sorpresa, cerró el libro y lo lanzó lejos, con las mejillas sonrojada antes de negar como maniática.

—¡N-no! ¡Ese... Ese día solo lo escribí porque... Porque sí!

Sonreí y esa sonrisa no se me quitó. Incluso cuando me iba a dormir, la sonrisa estaba en mi rostro. ¿Cómo sería el cuaderno de Anne?

***

Uh, que curioso que Anne tenga un cuaderno. Sería fantástico ver la historia a través de sus ojos... ¿No?

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora