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Le había robado el auto a mi padre para ir a buscar a Anne. Bueno, no exactamente "robado", ya que Karina lo persuadió para que me lo prestara. Verán, el año pasado choqué el auto contra un muro y pues, si no fuera por el seguro, papá habría tenido que pagar mucho más por el auto.

En mi defensa, no deberían dejar las llaves puestas y a un chico de dieciséis años que se creía Toreto.

Una vez que llegué a la casa de Anne, la encontré ya fuera junto a una niña y un niño muy rubios, pálidos y que jugaban a su alrededor. Ella traía puesto un vestido.

Anne traía puesto un vestido.

Nunca había visto a Anne con vestido.

Me está dando un paro cardíaco.

Llamen a la ambulancia, por favor, y explíquenle que morí por ver a la chica más hermosa del mundo en un jodido y hermoso vestido.

Creí que mi idiotez no podría ser más obvia, hasta que Anne tocó por cuarta vez la ventana de mi lado, con una sonrisa divertida y pidiéndome que le saque la seguridad al auto para que pueda salir. Claro, ¿cómo iba a entrar al auto si tiene puesta la seguridad? Tonto Gilbert.

Le quité la seguridad y me bajé del auto para abrirle la puerta, olvidando momentáneamente que habían dos niñitos curiosos que me miraron raro. Al menos el niño me miró raro. Sus ojos color hazel me miraron de arriba a abajo, como si estuviera analizandome.

Anne subió en el asiento del copiloto, no sin antes hacer que los niños subieran atrás. Fui a mi asiento como conductor, subí y comencé a manejar, escuchando como la pelirroja me presentaba a los dos niños que estaban callados y con caras desconfiadas.

—Él es Davy Keith —dijo Anne quitándose los lentes para limpiarlos con un pañito que tenía guardado en su bolso azul que hacía juego con su vestido celestino—. Y ella, es Dora Keith. Mis primos adoptivos.

Les sonreí a los dos niños, pero ellos me dieron una mirada que decía "¿quién eres tú y que quieres con nuestra prima?"

—Hola —les dije.

—Hola —contestó en un susurro la niña rubia.

El niño no me contestó. Solo se cruzó se brazos.

—Davy —reprochó la pelirroja.

Evité reír al verla en modo niñera.

—Hola, Gilbert —saludó Davy, pero me miraba desconfiado.

Tranquilo, niño, que no pienso robarte a tu prima. Bueno, todavía no. Puede que pronto la secuestre.

Negué con la cabeza y le sonreí a Anne. ¿Es posible verse aún más hermosa de lo normal? Su cabello estaba suelto y no había caído en cuenta de lo largo que es. Siempre lo lleva en dos trenzas gruesas. Amo sus trenzas, pero también se ve demasiado preciosa con el cabello suelto.

Estoy seguro de que América se va a enamorar y no la querrá soltar.

Llegamos a mi casa, donde la música infantil resonaba por los parlantes y en el patio delantero estaban niños correteando por ahí. Bajamos del auto y la prima de Anne se mantuvo cerca de ella, como si le diera miedo estar con gente. En cambio Davy, solo se mantuvo a su lado. ¿Cuantos años debían tener? ¿Diez? ¿Once?

Entramos, y tampoco me había percatado de que Anne llevaba un regalo en sus manos.

Maldita sea, estoy mal. Es que cuando aparece ella, se me olvida el resto del mundo.

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora