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Ah, el salón de los castigados.

¿Sabían que este salón fue inaugurado conmigo?

Verán; La escuela de Avonlea tenía un salón de castigos que estaba cuando mi padre era el que hacía travesuras, pero ese salón cayó en un terremoto que hubo hace algún tiempo y quedó reducido a escombros. Yo debía tener unos 7 años cuando abrieron otro salón de castigos.

Es enserio, apenas lo abrieron me metieron allí dentro por golpear a niño mientras jugábamos fútbol. En mi defensa, era penal.

Y ahora estaba aquí, solito, sin nadie a mi lado. A Anne le habían quitado el castigo porque su madre vino a hablar diciendo que era injusto y pues, con la señorita Marilla nadie se mete porque da miedo. Los otros chicos ya habían terminado sus días de castigo y pues yo, seguía en este lugar que se había convertido en parte de mi horario.

En el año pasaba solo dos semanas sin estar castigado y era a finales de año solo para dedicarme a estudiar para los exámenes.

El profesor Louis, como siempre, estaba durmiendo. La verdad era que me daba lástima. Se separó de su esposa y ahora lo único que hace es dormir cada que puede, comer barritas de chocolate y tener una cara de amargado la mayor parte del día.

Claramente ahí es donde entro yo a alegrar su vida con mis bromas e idioteces. Los maestros me aman, yo lo sé. Aunque la mayoría me envíe al salón de castigo, me tienen amor.

Miro por la ventana que da al patio y entonces la veo.

Está sentada tranquilamente en una banca leyendo un libro.

Que moleste su tranquilidad dice.

Tomo mi celular, verificando primeramente que el profesor esté lo bastante dormido como para no escucharme y luego marco su número.

Veo como se remueve buscando el celular en su mochila y cuando lo encuentra frunce el ceño. De inmediato me llega el sonido de su voz a través del teléfono.

¿Blythe? ¿No que estabas castigado?

—Sigo estando castigado, solo que me dio por molestarte.

Ah, cierto. Se me olvidaba que soy tu diversión personal.

—Podrías ser mi novia, eh —digo, con burla.

Sus ojos se unen a los míos mientras me mira desde afuera de la sala.

Podrías ser el Señor Darcy, eh.

—Dios, ¿ambos estamos de acuerdo en que el Señor Darcy es el ser más perfecto que existe?

Estamos de acuerdo, Blythedijo y pude escuchar una carcajada.

Perdón, ando enamorado de Darcy desde que leí Orgullo y Prejuicio.

—Bueno, para mi tú eres el ser más perfecto del mundo —murmuré, sonriendole.

No digas esas cosas, que no sé que responderte.

—Uh, podrías decir algo así como "Gracias, amor de mi vida, futuro esposo y padre de mis siete hijos".

La carcajada se escucha mucho más fuerte y veo que niega con la cabeza muchas veces.

Ay dios mío, si sigues así voy a terminar quedándome sin risa.

—Me gusta hacerte reír —confesé, pensando en su hermosa sonrisa—. Es más, ahora te digo la razón numero diez. Amo que cuando rías, tus ojos se hagan pequeñitos y se te marquen unos hoyuelos. Eres una obra de arte, Anne, deberías de estar en un museo. Pero, ¿por qué mejor no estás en mi casa y te quedas conmigo para toda la vida?

Se mantiene en silencio, pero puedo verla sonrojada. Agradezco al cielo no ser miope, porque me estaría perdiendo el espectáculo.

Eres un coqueto, Blythe.

Sonreí.

—Solo contigo, Shirley.

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora