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—Anne —susurré, tocando su hombro. Ella estaba en el asiento delante de mi, mirando cómodamente la obra de teatro que la escuela estaba presentando—. Anne —volví a susurrar.

—¿Mhm? —dijo, distraída mirando la obra.

Sabía perfectamente que el profesor Philips estaba paseándose por el auditorio para asegurarse de que todos miraran la obra, pero, no lo sé, me gusta el peligro.

—Shh. —A mi lado, Josie me hizo callarme. La miré con los ojos entrecerrados y apartó su mirada.

Ella cree que yo no sé que está enamorada de mi. Bueno, ella y la mitad de las chicas de la escuela. Pareciera que solo existo yo. Vamos, también está Moody, que es guapísimo, Charlie, que también está bien lindo, Cole... ah, no, Cole no, pero también está Billy... Nah, muy poco cerebro para tanta chica.

¡Y no tiene nada de malo que un chico diga que otro chico está lindo! No tengo la masculinidad frágil. O sea, dejo que mi hermana pequeña me pinte las uñas y siempre hacemos una sesión de modelaje o jugamos a que yo soy la princesa y ella es mi príncipe azul.

—¿Sabes por qué tu cabello es rojo? —murmuré, inclinando mi cuerpo hacia delante.

Ella giró un poco su cabeza, acomodando sus lentes y frunciendo el ceño.

—Genética, dah —contestó.

Reí bajito y me acerqué tanto que nuestras narices se rozaron. Anne abrió sus ojos sorprendida, pero no se alejó.

Vamos bien, vamos bien.

—Yo sé porqué razón tu cabello es rojo. —Mi mano viajó a uno de sus mechones que se escapaban de las trenzas, enrollandolo en mi mano—. Porque eres una persona demasiado pasional. El rojo mayormente es la representación de la pasión, por lo que calza perfectamente contigo. Cada vez que te expresas, hay una pasión que deja a todos boquiabiertos. Y el que diga lo contrario, que hable conmigo y lo arreglamos a golpes. Esa es la tercera razón, tu hermoso cabello.

—G-Gilbert —tartamudeó, finalmente dando media vuelta y dándome con el cabello en la cara. El mechón se soltó de mi dedo—. Presta atención a la... a la obra.

—Es que tú eres mucho más hermosa que la obra.

—Deja de hablar —gritó/susurró, pero sabía perfectamente que estaba sonriendo.

—¿Gilbert Blythe? ¿Acaso quiere tener otra semana más de castigo? —dijo el señor Philips, deteniéndose enfrente de nosotros.

Me senté de golpe en la silla. —No, señor, claro que no.

—Entonces deja de hablar con tu noviecita, que estamos en un evento importante.

—¡No soy su novia! —saltó Anne, poniendo sus manos en la cintura.

El señor Philips alzó las cejas, sacando una libretita y su lápiz. Ahí escribió algo y se lo entregó a Anne.

—Castigada, por gritarle a un maestro —sentenció, comenzando a caminar.

—¡Pero...!

—¡Pero nada!

Anne se quedó estática, me miró y me señaló con enojo.

—Esto es por tu culpa. ¿Qué parte de no me vuelvas a hablar no entiendes?

Seguidamente, se dio media vuelta y se sentó.

—Eh, señor Philips —exclamé, corriendo hasta él—. No castigue a Anne, solo estaba aclarando que no es mi novia, aunque me encantaría que lo fuera, pero lamentablemente no lo es.

—¿También quieres que te castigue, Blythe? Ayer solamente hiciste todo el show de cantar una canción y has cumplido un solo día de la semana del castigo, encima me quieres faltar el respeto.

—Nadie le ha faltado el respeto. Darle mis argumentos del porqué no puede hacer algo no es faltar el respeto.

Va, su mirada me acaba de decir que esa no fue la respuesta correcta.

—Castigado, dos semanas más. Espero que eso corrija sus ganas de meterse en problemas. —Me entregó el papel en donde había escrito y se fue con la cabeza muy en alto.

Bueno, al menos estaría castigado junto con Anne. Eso significa pasar más tiempo juntos. Aunque ahora parece que me odia más. Meh, todavía me quedan razones y días, lento pero seguro.

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora