Extra 2

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—¡ANNE SHIRLEY-CUTHBERT, EXPLÍCAME POR QUÉ DEMONIOS TE FUISTE SIN AVISAR A OTRO LUGAR CON TU NOVIO!

La pelirroja suspiró, dejando su maleta en el suelo junto a la de Gilbert. Todos se habían reunido en el hogar de los Cuthbert. Marilla, Matthew, los mellizos, Karina, América, Diana, Cole, la señorita Stacy e incluso estaba Roy, con el mismo rostro de amargado que tenía desde la última vez que apareció en esta historia.

Anne sonrió y miró a Gilbert para decirle que la dejara explicar que fue lo que pasó y decir sutilmente que ahora estaban casados, pero su sonrisa se perdió cuando vio la mirada traviesa del pelinegro y en un milisegundo abrió él su boca para soltar de golpe los acontecimientos.

—Señorita Cuthbert, nos fuimos a Las Vegas y nos casamos delante de Elvis Presley y Marilyn Monroe, con un curita y una jueza. Perdone que nos fuéramos sin avisar, pero, ¡sorpresa!

El silencio fue lleno de sorpresa. Todos cambiaron radicalmente sus rostros a unos perplejos. ¡Hasta Roy quitó su cara de amargura por una de auténtica sorpresa!

Fue en ese momento que Gilbert se arrepintió de haber dicho esas palabras, pues Marilla Cuthbert lo miró con tal enojo que pudo sentir el rayo de su furia traspasando su cuerpo. E hizo más que mirarlo, pues tomó su arma más poderosa —la escoba, haciendo recordatorio a uno de sus famosos consejos—, y salió persiguiendo al pobre maridito por toda la casa, gritándole insultos mientras detrás corría Anne y Karina, pidiéndole que no le hiciera daño al tonto e inmaduro chico.

En tanto que aquella graciosa escena ocurría, los demás seguían bastante atónitos.

—¿Se casaron? —preguntó Matthew una vez que la cosa se calmó—. ¿Cómo es que nadie nos dijo?

—Bueno, yo sabía que esto iba a pasar —habló Karina con timidez—,  pero no creí que tan pronto. Digo, pensé que esperarías un poco más, Gilbert. Sin embargo, si hubieras esperado, no serías tú.

El chico Blythe quiso responder con una sonrisa, pero Marilla desprendía enojo puro. ¿Hacerla enojar más? No, gracias, quería conservar su vida.

—Yo sí lo sabía —dijo casualmente América, mirando su celular con interés.

—Yo también —hablaron Davy y Dora a la vez, encogiendose de hombros.

Marilla los miró estupefacta. —¿Y por qué no dijeron nada?

Las miradas de Davy, Dora y América se unieron entre sí, dando a entender que los tres tenían el mismo motivo para no hablar.

—Gilbert nos sobornó para no hablar —confesaron al unísono.

Todos los ojos se posaron sobre Gilbert, que había enrojecido de la vergüenza. Anne sonrío ligeramente. Su novio y sus tendencias de sobornar a las personas... Oh, ya no era su novio.

Era su esposo.

—Entonces... tú y ella están casados. —Roy los señaló a los dos, frunciendo el ceño. Gilbert asintió feliz—. Estás loco, primo, realmente loco. Y tú —esta vez solo señaló a Anne—, estás loca por aceptar algo así.

—Al fin alguien con sentido común... —iba diciendo Marilla, pero Roy la interrumpió comenzando a dar saltitos que realmente... eh... no lo hacían ver muy Roy.

—¡Esto es lo más emocionante que escuché en mi vida! —chilló el castaño.

—¿A que sí? —chilló Cole de vuelta, emocionado de la misma forma por la cual se emocionaba viendo La Rosa de Guadalupe—. ¡Esos dos años siendo lechuza mensajera sirvió para algo!

La señorita Stacy soltó una carcajada.

—Quién diría que todas esas veces que interrumpiste mi clase para ser Romeo, terminaría de esta forma. —Se acercó a los dos, abrazándolos—. Me alegra el corazón verlos así.

Y uno a uno, fueron todos a felicitar a la joven pareja.

Excepto Marilla que miraba la situación resentida y Diana, que mantenía rostro serio y no había dicho palabra alguna desde que los vio llegar.

Cuando la última persona dijo sus palabras de apoyo para Gilbert y Anne, Diana abrió su boca para decir unas palabras directas y exactas:

—Dime que usaron condón.

Las personas reunidas a su alrededor la miraron raro, pero luego volcaron su mirada a la pelirroja y el pelinegro que estaban rojos completamente.

—¡Diana! —gritó Anne, avergonzada. Luego señaló a los mellizos y a América—. ¡Hay niños presentes!

—Pero si sabemos qué es un condón —replicó Davy—. Tengo doce años, ya me pasaron la educación sexual, Anne. A Dora y a América también, que anticuada eres.

—Además, no quiero ser tía tan pronto —dijo Diana, encogiendose de hombros. Y miró a Gilbert con tal indignación que este se aferró a Anne del miedo—. Tú dijiste que yo organizaría tu boda con mi mejor amiga. Y ahora la secuestras para casarte con ella.

Anne carraspeó, desviando sus iris azules a otro lado.

—Eh... digamos que yo lo secuestré a él, je je.

—Y luego se estaba arrepintiendo, es tan tierna... —susurró Gilbert, sonriendole. Diana le lanzó un cojín en el rostro—. P-pero nos volveremos a casar. Y... y... ¡Tú organizaras todo! ¡Y usted, señorita Marilla! ¡Así seremos felices comiendo perdices!

Está claro que esa fue la mejor forma de complacer a todos, ¿no?

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora