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Mi paso fue haciéndose cada vez más lento mientras caminaba por los pasillos de la escuela.

En el fondo, apoyados en unos casilleros, estaban.

Me tomé la libertad de ponerme mi chaqueta de cuero negra, para parecer más malo. Porque claro, puedo ser muy divertido, muy gracioso, pero no por nada me metieron en el salón de castigos tantas veces. No golpee a media escuela de la otra estatal en vano. No señor.

El primero que apareció en mi vista, fue Moody, pero lo aparté, porque ya sabía que él no había tenido nada que ver con esto. Ni él ni Cole. Diana los había exculpado. 

Al llegar hasta ellos, me recibieron con sonrisas. Billy y Charlie, queriendo saludarme con un apretón de manos, pero los dejé ahí, sin corresponderles. Ruby, Jane y Tillie me miraron raro, preguntándome que qué me pasaba.

—¿Estás bien? —preguntó la rubia, intentando poner una mano en mi hombro, pero me aparté.

—¿Qué tan crueles tienen que ser como para golpear a una persona? —dije, sintiendo toda la rabia queriendo salir.

Por el rabillo del ojo vi a Anne, la cual se estaba escapando por mi lado. Tomé su brazo y la mantuve conmigo.

—¿Qué le hicieron? —pregunté.

Ninguno respondió y todos bajaron sus miradas.

—¡¿Qué le hicieron?! 

—Gilbert, cálmate... —intentó decir Jane, pero la interrumpió Billy.

—Solo jugamos con ella, Gilbert, no le hicimos nada malo. Era un juego, ¿verdad, Anne?

Miré a la pelirroja, pero ella solo miraba los ojos mieles de Billy.

—Sí, Gilbert, era un juego —susurró, bajando la mirada—. Ayer estaba enfadada y dije cosas de más. No te preocupes.

—¿Lo ves? Incluso ella sabía que era un juego —se defiende Charlie.

Mis ojos no se despegaron de Anne. Ella parecía una muñeca rota por dentro ahí, parada, mirando el suelo. Ni siquiera se veía descansada. Estaba jodidamente mal y aún así mentía para salvarle el pellejo a este grupo de imbéciles.

—Pelirroja, te dije que estaba enamorado de tu sinceridad —hablé, acercándola a mi—. Y estoy enamorado de tu coraje, de tu valentía. No dejes que jamás nadie apague ese arrojo que tienes. Creí habértelo dicho, ¿no? Soy tu jodido guardaespaldas.

Y con eso, la alejé con delicadeza de mi y tomé el cuello de Billy. Suerte de que sea más alto que la mayoría de los que están aquí.

—¿Te crees muy valiente por golpear a una mujer? —sisee.

Le advertí.

Le advertí que con Anne no se metiera.

Le juré que lo iba a moler a golpes. 

Y lo iba a pagar con Charlie y con él. 

Mi puño impactó una y otra vez en el rostro del rubio, quien intentando defenderse, me dio en el estomago.

Error, amigo, no por nada soy el capitán del equipo de fútbol y campeón de la maldita escuela en boxeo. 

Charlie también intentó defenderse cuando llegó su hora, pero no. Los dos quedaron con una buena paliza. Me hubiera gustado haberlos golpeado más, porque la adrenalina de cada golpe hacia eco en mi cuerpo y solo podía pensar en lo mal que debió haberlo pasado Anne cuando la golpearon. Igual me llegaron algunos golpes, pero nada comparado a como los dejé.

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora