004

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Éramos cinco personas en la sala de castigos. Un chico que estaba dibujando mientras escuchaba música a todo volumen, otro chico que se encontraba durmiendo, Anne, la cual leía tranquilamente un libro, yo, que moría de aburrimiento y el profesor Louis. Él estaba durmiendo plácidamente, así que daba literalmente igual.

Anne estaba delante de mi. Me había sentado detrás de ella estratégicamente para jugar con su cabello. Cada vez que tomaba un mechón, ella movía su cabeza con gesto claro de "Déjame en paz". ¿Que soy cargante? No me voy a rendir hasta que acepte que de verdad me gusta.

¿La razón por la cual no me creía? Es mi culpa, pero en mi defensa, aún no tenía claro lo que sentía por ella. Un día dije que Anne me parecía linda, pero que no era mi tipo de chica y que no saldría con ella. Por eso ahora Anne no me cree que me gusta.

Esas palabras me dieron una bofetada en la cara ahora que estoy completamente enamorado de ella.

Y eso lo dije hace como dos años, pero al parecer la pelirroja testaruda no olvida.

—Gilbert, no me dejas leer tranquila —susurró ella, dando media vuelta para mirarme con enojo—. ¿Puedes dejarme en paz?

—Te dejo en paz si me lees —respondí, apoyando mi cabeza en mi mano y dándole mi sonrisa más adorable.

—¿Para qué quieres que te lea? ¿Acaso tu mamá nunca te leyó un cuento?

—Um, no, murió antes de que pudiera siquiera verme de bebé —respondí, sin dejar de sonreír.

Ella abrió la boca sorprendida y se giró completamente, con el arrepentimiento en los ojos.

—Yo... lo siento mucho —susurró.

—No te preocupes —dije, restándole importancia—. Entonces, ¿me vas a leer? Di que sí, por favor.

—No, enserio lo siento mucho —toca mi mano, acariciendola—. Perdón, no quería sonar insensible, de verdad.

Mis ojos se mantienen en nuestras manos unidas.

Es la primera vez que ella me toca por voluntad propia.

—Anne —hablé, acercando mi rostro al de ella—. No te preocupes, no duele. A pesar de que no la reemplazó, la esposa de papá siempre ha sido una buena mujer conmigo. Es como mi segunda madre.

Sonríe, pero niega con su cabeza y se aleja de mi lo suficiente como para sentir su ausencia de inmediato.

Sabiendo que no me va a leer, suspiro y dejo caer mi cabeza en la mesa.

—¿No me vas a escuchar leer, Blythe?

Levanto mi cabeza de golpe. —Claro, claro, te escucho.

Rueda los ojos y baja su mirada al libro para leer. Pronto me veo escuchándola con tanta atención, incluso más que la que le pongo a clases. Reconozco las palabras porque está leyendo uno de mis libros favoritos.

—Espera, espera, antes de que continúes —digo y la interrumpo—, necesito decirte la cuarta razón.

Asiente, alzando las cejas, expectante.

—Te gusta hacer sentir bien a los demás. Gracias por eso, hace que me gustes mucho más.

Se sonroja y vuelve a mirar el libro para seguir leyendo. Ahora sí que no estoy prestando atención a lo que dice porque me encuentro embobado con su belleza.

Estoy tan enamorado, maldita sea.

𝟏𝟎𝟎 𝐑𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐏𝐚𝐫𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 (𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐱 𝐆𝐢𝐥𝐛𝐞𝐫𝐭)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora