d o c e

1.6K 168 65
                                    

Los últimos días fueron demasiado intensos, todo a causa del celo. Sus lobos no tuvieron el control total, sin embargo en los primeros dos días casi no tuvieron momentos de lucides, ya que en cuanto se bajaba el nudo solo tenían un par de minutos de descanso antes de volver a tener la necesidad de hacerlo de nuevo.

Lo curioso era que a uno siempre le llegaba primero y minutos después al otro, intercalando. Había ocasiones donde Joaquín era quien despertaba al rizado o viceversa.

Para el día viernes todo se sintió mucho más tranquilo el tiempo entre un calor y otro era cada vez más grande, por lo que tuvieron más tiempo de recuperarse, comer algo y demás.

Lo que le causó demasiada ternura al omega era que en cada uno de sus momentos de lucides Emilio, le preguntaba si estaba bien, si le dolía algo, si se sentía cómodo y un montón de cosas más, cosa que por supuesto le encantaba a demás de parecerle muy tierna.

No es que el castaño tuviera alguna queja del lobo del alfa, pues a pesar de no tener el control sería y escuchaba cada cosa que le decía. Más bien eso era más asunto de su lobo, pues en realidad a pesar de los instintos animales lo trató muy bien. Y lo más importante no lo marcó o tan siquiera lo intentó.

Joaquín soltó un pequeño suspiro, removiéndose en la cama, aunque le fue imposible no sonreír aún sin abrir los ojos, al caer en cuenta de que el calor que rodea su cuerpo y la respiración que choca contra su cuello pertenece al rizado.

El omega abrió los ojos lentamente, se estiró al buro que estaba a su lado para tomar su teléfono, desbloqueándolo para mandarle un mensaje a Adriana y a las madres de ella diciéndole que estaba bien, que regresaría en unos días. Cuando estaba por bloquear el teléfono, vio la fecha y cayo en cuenta que era sábado, para más específico el tres de septiembre.

El cumpleaños de Emilio, el castaño había olvidado por completo la noción del tiempo por el celo y demás.

Lentamente y con mucho cuidado de no despertar al alfa Joaquín se levantó de la cama, colocándose solo la camisa que estaba en el piso, sintiendo el olor a eucalipto con madera y un toque a chocolate amargo, sonriendo ampliamente, antes de bajar a la cocina.

[...]

Emilio soltó un suspiro frustrado cuando, busco el cuerpo del omega por toda la cama y no lo encontró, resignado abrió los ojos, volteando a ver al baño, aunque tampoco estaba ahí, justo cuando estaba por levantarse e ir a buscarlo, sintió el aroma a cerezas, azucena y caramelo, acercarse, por lo que volvió a acostarse cerrando los ojos fingiendo estar dormido.

El rizado no escucho o sintió algún movimiento por unos minutos, al menos hasta que sintió como levantaban las cobijas que cubrían su cuerpo, para después sentarse literalmente sobre su miembro, haciéndole imposible no soltar un jadeo, pues él estaba desnudo y al parecer Joaquín también.

— Sé que estas despierto —susurró el castaño, antes de inclinarse para dejar besos en el cuello del contrario.

— ¿Cómo lo averiguaste? — intrigó el alfa abriendo los ojos, encontrándose con su novio vistiendo una de sus camisas.

— Tú respiración no estaba tan tranquila como cuando de verdad duermes —contestó el castaño, sonriendo ampliamente — ¿Qué te parecieron estos últimos días? —intrigó sonrojándose un poco.

— Bastante intensos, al parecer a nuestros lobos vaya que necesitaban estar juntos, perdí la cuenta el primer día —Emilio hizo una pequeña pausa, antes de continuar— Pero me encantó estar contigo, jamás dudes eso.

— Me quedé en nueve —susurró el omega sonrojándose aún más, al recordar un poco de todo, bajando la mirada.

El rizado iba a hablar, pero entonces noto, una gran marca roja en el cuello de Joaquín, justo de bajo de la camisa, por lo que rápidamente desabotono varios botones encontrándose con más marcas por todo el pecho, e incluso piernas.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora