d i e c i n u e v e

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Joaquín salió de la ducha, con solo una bata que cubría su cuerpo, se sentó en la orilla de la cama, tomando su computadora, sabía que era momento de verlo, dio clic en el icono del video y casi de inmediato comenzó a reproducirse.

Aldo sonría ampliamente, vestía un traje de color negro, casi parecía que no estaba enfermo, por el entusiasmo que se veía que tenía.

— Mi pequeño, estoy tan emocionado por tu boda, a pesar de que no estaré ahí físicamente, recuerda que estaremos viendo tu padre y yo de donde sea que estemos. Un matrimonio es una etapa muy linda, pero como todo hay sus complicaciones y como te he dicho la confianza es primordial para poder tener éxito —comentó Aldo, sonriendo como solo lo hacía cuando pensaba en el amor de su vida.

El castaño asintió, acomodándose mejor en la cama mientras miraba como su padre se parodia en sus pensamientos, tocando un poco la pantalla.

— Te extraño tanto —susurró el omega.

— Lo lamento —dijo Aldo saliendo de sus pensamientos— Como te decía, la confianza es fundamental al igual que hablar de cómo te sientes, el omitir cosas puede destruir hasta el matrimonio más fuerte. Disfruta de esta etapa junto con Emilio, pero no se olviden que quiero nietos, aunque sé que ese tema también te costará demasiado, no te cierres a la oportunidad de ser padre, es la mejor experiencia que pude tener.

Joaquín soltó una pequeña risa, ante las palabras de su padre, lo conocía tan bien, el tema de los hijos lo asustaba como en su momento el tener pareja.

— Te da la fuerza para absolutamente todo y lo amas como a nadie, desde el primer instante que te enteras de que crece en tu interior o en el de tú pareja  —confesó Aldo recordando cuando se enteró que su pequeño hijo crecía en su esposo— Solo no te cierres a la idea. Cuídate demasiado, te amamos y te deseamos lo mejor en tu matrimonio con Emilio, me deberé quedar con las ganas de entregarte al altar y de ver llorar a tu papá por tu boda.

El video terminó nos sin que antes Aldo mandara un beso a la cámara. Casi de inmediato el castaño se soltó a llorar, lo extrañaba tanto, anhelaba el que lo entregará hoy al altar.

Así es el día de la boda era hoy. Aún con lágrimas en sus mejillas el castaño se levantó de la cama, sentándose frente al tocador, limpio su rostro, comenzando a humectar su piel antes de maquillarse un poco, para poder ocultar sus ojeras, ya que la noche anterior no había podido dormir mucho, por la ausencia de Emilio en la cama.

Los habían separado debido a la supuesta tradición, pero solo les había provocado insomnio, ya que estaban acostumbrados a dormir juntos.

Justo cuando Joaquín estaba terminando de colocarse algo de brillo labial, la puerta fue tocada, dio el paso sonriendo al ver a Adriana, vistiendo un vestido precioso color morado.

—  ¿Aún no estás listo? La ceremonia empieza en diez minutos —regaño la alfa, molestandose al ver como el castaño se encogía de hombros.

Soltando un suspiro Adriana fue a donde se encontraba el traje tomándolo entre sus manos, al parecer debía vestirlo ella.

Minutos después Joaquín salía de la habitación, vistiendo un traje de color vino, con un moño color negro, había decidido usar algo diferente, tomó entre sus manos el collar donde estaban las fotos de sus padres y por supuesto una con su ya casi esposo. Salió de la casa del brazo de su amiga, sonriendo aún más al ver la carpa a unos metros, aún no se lo podía creer, después de tanto estaba punto de casarse, no tenía ni idea de cómo se sentía.

Joaquín suspiró, empezando a caminar a la carpa del brazo de su amiga, habían decidió que Adriana lo entregará al altar, pues siempre ha estado con él y si no fuera por ella no etaria a punto de casarse.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora