d i e c i o c h o

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Emilio sonreía ampliamente contra la piel del cuello del menor, disfrutando del aroma y de la calidez del cuerpo contrario.

El plan original era pasar las dos fechas los seis juntos, pero Joaquín se enteró que la familia de la novia de Adriana los había invitado y se habían negado para no dejarlo solo. Claramente primero se molestó, incluido con el alfa pues él también sabía lo que pasaba, pero después lo entendió y les pidió que fueran, que esa tía bien.

Al principio ninguna de las cuatro aceptaron, aunque cuando el rizado les prometió que no se separara del omega y que lo cuidaría, terminaron accediendo.

Desde el veintisiete que se fueron, la pareja se la paso prácticamente juntos todo el tiempo, además que aprovecharon el tiempo juntos, pues el plan que habían hecho el veinticinco se había arruinado y decidieron recuperarlo.

Por eso es que ahora ambos están desnudos, ya que ayer habían hecho el amor. Emilio empezó a besar los hombros de su pareja en un gesto cariñoso, para hacer que despertará, ya pasaban de las diez y comenzaba a tener hambre, pero no quería dejarlo en la habitación porque cuando se despertaba comenzaba a pensar cosas nada buenas y prefería evitarlo.

El castaño se removía en la cama, intentando que dejaran de besarlo para poder continuar durmiendo, al ver que no se detendrían, jalo la cobija para cubrirse. Aunque tampoco funciono, por lo que echo su cuerpo para atrás intentando pegarlo al del alfa para que ya no pudiera besar su cuerpo, lo único que logró fue que la erección matutina se pegara a su trasero, sacándole un jadeo.

— Quiero dormir —reprochó Joaquín abultado sus labios aún sin abrir los ojos.

— Pequeño, debes levantarte, ya es tarde y tenemos mucho que hablar de la boda —susurró el rizado intentando no reír por la actitud de su novio.

— ¿Me harás de desayunar? —intrigó dándose la vuelta, abriendo ligeramente un ojo, sonriendo al ver la manera en la que lo miraba su prometido.

Se escuchaba tan linda esa palabra a pesar de ya había pasado una semana de que se propusieron matrimonio aún ninguno se acostumbraba y pensar que estaban a menos de dos semanas de la boda.

— Haré lo que tú me pidas —musitó Emilio tomando de la mejilla al omega, uniendo sus labios por unos segundos.

— Quiero wafles —pidió al separarse, abriendo por completo sus ojos.

— Eso será —dijo el rizado sentándose en la misma cama, viendo cómo era que su prometido abría los ojos por completo.

Una vez que se levantaron, cada uno busco algo de ropa, Joaquín se colocó un suéter del alfa, no sin antes pedirle que lo impregnará a con su aroma, como le quedaba grande no necesito más. Mientras que el mayor solo se vistió con unos boxers a petición de su pareja.

Bajaron, empezando a preparar el desayuno, bueno en realidad, Emilio fue quien hizo todo, ya que el castaño solo se sentó mirándolo cocinar y pidiéndole algunos besos.

— Está delicioso, cocinas mejor que yo —susurró el omega cuando probo el desayuno.

— Es cuestión de práctica —dijo el rizado, inclinándose para dejar un corto beso en los labios— Quizá no sea el momento, pero ¿has pensado en dónde viviremos?, a mí no me importa demasiado, por eso quiero que tú decidas.

— Yo quiero seguir viviendo en la casa de mis padres, pero ya estoy sintiendo que te pido demasiado, la boda está siendo básicamente todo ha sido mi gusto —murmuró Joaquín, sonrojándose un poco.

— No te sientas mal, —pidió el alfa levantándose para abrazar a su prometido— No me molesta que todo sea a tu gusto, al contrario me hace feliz verte tan sonriente.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora