d i e c i s é i s

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Joaquín entró a la oficina del rizado con una gran sonrisa. Las últimas semanas Dejó la bolsa que traía en las manos sobre el escritorio, para poder sentarse en las piernas de su novio, saludándolo con un corto beso.

— ¿Qué haces aquí pequeño? —preguntó Emilio con una sonrisa, abrazándolo por la cintura.

Se supone, que sé habían despedido hace un par de horas pues el día escolar del castaño había terminado y le dijo que iría a casa para hacer su tarea. Por lo que el alfa no lo esperaba.

— Fui a la cafetería a ver como iba todo y se me ocurrió traerte comida, pues posiblemente no has comido nada —susurró Joaquín.

— Parece que me leíste la mente, pues si tengo demasiada hambre —comentó el rizado, abultado sus labios cuando vio que el omega usaba una bufanda en su cuello— No me gusta que uses eso, hace que tu aroma no sea tan fuerte y no puedo besar esa zona.

— Creo que te faltó morder —susurró el castaño— Además quiero usarla porque afuera hace frío — en parte era cierto, pero también es por lo que le dijo Adriana. Ya que cuando le preguntó la razón de que el alfa mordiera constantemente su cuello, le dijo que era una manera de marcarlo pues ya lo consideraba como su omega.

De alguna manera esas palabras asustaron a Joaquín, por lo que prefirió evitar que continuará haciendo eso. Sabía que de alguna manera era incoherente pues hace algunas semanas había hablado de ese tema y dijo que se sentía seguro, pero ahora estaba más que confundido.

— ¿En qué tanto piensas? —intrigó Emilio al ver al castaño perdido en sus pensamientos.

— Nada, mejor vamos a comer antes de que se enfríe —murmuró el omega con una pequeña sonrisa en sus labios.

— De acuerdo —acepto el rizado no muy convencido de la actitud de su novio, sabía que le ocultaba algo.

Joaquín se levantó de las piernas de su novio, para sacar las preparaciones de los topers, comenzando a comer, dedicándose pequeñas miradas o sonrisas.

Cuando terminaron de disfrutar de los alimentos, el castaño regresó a sentarse de nuevo al regazo de Emilio, últimamente le encantaba estar ahí, se sentía de alguna manera seguro.

— Sé que tienes algo, entiendo el que no me quieras decir, lo respeto, pero quiero que sepas que si puedo ayudarte en algo solo dilo y con gusto lo haré pequeño —susurró el rizado besando una de las mejillas de su novio.

— Está bien —fue lo único que dijo el omega, pues estaba considerando el decirle o no lo que le pasaba.

Emilio prefirió no insistir por lo que con su mano izquierda comenzó a acariciar la espalda de su novio, mientras con su otra mano movía el mouse de la computadora para contar leyendo lo que le había mandado su jefe.

El castaño continuó con su rostro en el cuello del alfa, disfrutando del aroma y caricias, mientras sigue considerando el decirle o no lo que le pasa.

— Escucho voces —susurró Joaquín aferrándose más a su novio para evitar verlo directamente, sintiendo miedo de la reacción que podría tener.

— ¿Eh? —dijo el rizado al no entender a qué se refería

— Desde mi primer intento por tener algo con un alfa, comencé a escuchar voces en mi cabeza, que me dicen que no merezco a nadie, que solo me van a utilizar y muchas cosas más que te podrás imaginar —musitó el omega aún sin separar su rostro del cuello.

— ¿Aún las sigues escuchando? —preguntó Emilio, sin saber cómo sentirse con la situación, pero aun así acariciaba la espalda de su pareja, intentando reconfortarlo.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora