t r e c e

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La semana fue muy tranquila, regresaron a su rutina diaria, Joaquín visitaba al alfa en la oficina de esté, antes de que iniciarán sus clases, para platicar un poco, planeando lo que harían en la tarde, o simplemente para besarse.

En la tarde dependía de que quieran hacer, a veces solo se reunían para comer y de paso para hacer su tarea o su trabajo, respectivamente.

Pará el miércoles Emilio le dijo al castaño que solo preparará para sus maletas, para el fin de semana, pues ya había decidió en donde pasarían el fin de semana que le ofrecieron de cumpleaños.

Aunque a pesar de que el rizado le dijo que ya había decidido el lugar, no le dijo a Joaquín cual era pues era una sorpresa por decirlo así.

Cuando llegó el día viernes luego de terminar su día escolar y laboral, cada uno fue a su casa, para que después el alfa pasara por el castaño en su auto, comenzando el trayecto al lugar especial.

Varias horas después de camino, con algunas paradas para comprar algo de comida o simplemente para un pequeño descanso, llegaron a su destino.

Joaquín sonrió ampliamente al ver a una pequeña casa, junto a un lago, con muchas plantas y árboles a su al rededor.

— ¿Dónde estamos? —preguntó el omega.

— La casa de mi infancia —confesó Emilio, bajando del auto, caminando directo para ayudar a su pareja — Aquí tuve un hogar desde pequeño, gracias a mi madre y a Lita.

— Es muy linda—susurró el castaño, abrazando por la cintura al alfa, recargando su cabeza en el pecho de esté— ¿Hace cuanto no venías? —intrigó

Sin poder evitarlo Emilio pensó en las últimas tres veces que estuvo en la misma casa. La primera fue cuando el omega lo rechazo muy feo, rompiendo le el corazón, solo que en esa ocasión Lita aún seguía con vida, se encargó de subirle el ánimo además de explicarle que debía comprenderlo. La segunda fue cuando bebió decirle adiós a la única persona que le quedaba, de manera muy inesperada. La última fue después de la muerte de Aldo, cuando vino a encontrarse a sí mismo.

— ¿Cariño? —musitó Joaquín al ver que su novio estaba perdido en sus pensamientos.

— Lo lamento —dijo el rizado, intentando sonreír, pero salió más como una mueca.

— Está bien—murmuró el omega no muy convencido, por la actitud extraña de su novio —¿Entonces? ¿Cuándo fue la última vez que viniste? —volvió a preguntar.

— Tiene mucho tiempo, no pienses en eso, mejor entremos— musitó Emilio esta vez sonriendo más naturalmente.

Los jóvenes entraron a la casa, manteniendo sus manos entrelazadas, mirándose con una sonrisa. El rizado se encargó de darle un pequeño recorrido por el lugar, dejando hasta el último el patio que conectaba con el lago.

— Todo esto es muy lindo, gracias por compartir una parte tan importante de tu vida conmigo —susurró Joaquín dejando un beso en la mejilla contraria.

— Es lo que hace una pareja, comparte todo sin importar nada —comentó el alfa, tomando de las mejillas al castaño.

— Sí — fue lo único que dijo, pues en realidad le hizo darse cuenta de que seguía ocultando muchas cosas, incluidas las voces que empezó a escuchar desde pequeño.

Emilio sonrió, inclinándose un poco para rozar su nariz con la del omega, aunque eso solo duró un momento, ya que el segundo unió sus labios.

Joaquín se aferró más al torso del rizado, colocándose de puntitas para aumentar el ritmo del beso.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora