t r e i n t a y t r e s

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Joaquín suelta otro suspiro intentando calmarse, los bebés llevaban moviéndose varios minutos y a cada segundo dolía más, pues parecía que los cachorros amaban patear sus órganos. Se recargo en la barra de la cocina intentando aliviar el dolor.

Momentos después afortunadamente los cachorros se calmaron, dándole la oportunidad de caminar hasta el sofá. Casi de inmediato los movimientos se reanudaron haciéndolo jadear de dolor, es como si solo le hubieran dado oportunidad de sentarse.

Se sintió aliviado en el momento que escucho al rizado entrar a la casa, abia que él podría calmar a los bebés que no dejan de patear sus riñones.

— ¡Emi! —gritó el omega, ya que le urgía que calmara a los cachorros.

En tan solo unos segundos, Emilio ya estaba enfrente de su pareja mirándolo más que preocupado, aunque al ver los gestos de dolor y como se tocaba el vientre pareció entender, sin embargo aun así decidió preguntar para evitar confundirse.

— ¿Se están moviendo mucho? —intrigó el rizado ya a la altura del vientre, a lo que el castaño asintió— Mis pequeños, nos encanta que se muevan, pero hacen que le duela a su papi y eso no es bueno, así que por favor no lo lastimen —habló con voz suave.

Poco a poco los movimientos fueron bajando, provocando que Joaquín suelte un suspiro aliviado, le sonrió en forma de agradecimiento a su pareja. Lleva varios días sufriendo ese tipo de dolores, ya fue con la doctora, les dijo que eran normales siempre y cuando solo fueran dolores soportables, más no acompañados de sangre o de algún otro líquido.

— Son unos buenos niños, ¿Saben? Esperamos con mucha ansia su llegada, incluso ahorita les compré un mameluco muy lindo, es azul con unos ositos de muchos colores —susurró el alfa con gran emoción— Danna Aitana y Aldo Lucas, los amamos desde el primer momento en el que supimos de su existencia e incluso un poco antes.

— Ya debes dejar de comprar ropa, ya no cabe en el closet de los bebés —regaño el castaño mirando de mala manera a su esposo que sonrió inocente.

— Me es imposible —comentó Emilio levantándose para abrazar a su pareja, dándole un corto beso— Ya casi están con nosotros.

— Solo faltan seis semanas para la fecha que nos dio la doctora —habló el omega acariciando su vientre, ya pasaba de las treinta y un semanas, sin embargo necesitaba llegar mínimo a la treinta y siete para no poner en riesgo a los cachorros.

— Lo sé, estoy más que emocionado por poder cargarlos en mis brazos y todo eso —admitió con una gran sonrisa.

— Me pasa igual, aunque a la vez estoy nervioso por todo lo que implica ser padres, incluso me aterra el no saber como amamantarlos —murmuró Joaquín recargando su cabeza en el hombro del contrario.

— Lo harás muy bien estoy más que seguro —comentó el alfa, tomando entre sus manos el rostro de su pareja besándole suavemente— Iré a preparar la comida, quédate aquí a descansar, si se mueven muy feo los bebés me hablas.

— Está bien, me voy a acostar a la habitación porque quiero dormirme un rato —susurró el castaño— Te amo.

— Te amo más —contestó Emilio más que feliz, soltando un suspiro feliz.

Tal como lo dijo el omega se quedó profundamente dormido acurrucado entre sí, el rizado al terminar de cocinar fue a acostarse junto a su pareja abrazándolo, intentando también calmar a su lobo pues esta más que inquieto lo cual es bastante extraño.

— ¡Alfa! —susurró Joaquín, acomodándose más en el pecho del alfa, se había despertado hace un momento, pero al sentir el aroma del otro simplemente quiso acurrucarse aún más.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora