t r e i n t a y d o s

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Joaquín colocó la última letra en el mueble sonriendo ampliamente, dando unos pasos hacia atrás, para ver el cuarto de sus cachorros perfectamente decorado con peluches, y con los nombres de cada bebé con letras de diferentes colores encima de las cunas. Dio un último vistazo antes de salir de la habitación a esperar a que el rizado regrese de hacer unas compras.

El cuarto había quedado como tal hace unos días, solo que como no habían llegado las letras no había podido darle último toque.

Al ver que no había señales de Emilio decidió regresar a la habitación de los cachorros para acomodar la ropa que le había mandado algunos de sus compañeros de trabajo como regalo.

En el momento que terminó escucho la puerta ser abierta, camino lo más rápido que pudo para abrazar fuertemente al alfa, o al menos lo que pudo, ya que su vientre muy abultado no se lo permitía demasiado.

— Hola, pequeño —saludo con una sonrisa Emilio correspondiendo al abrazo— ¿Me extrañaste tanto?

— Hola Emi, los tres te extrañamos, los cachorros se movieron mucho en cuanto te fuiste —comentó el castaño abultado sus labios pues sí que había dolido cuando se movieron— Te debo enseñar algo ven.

Joaquín tomó de la mano al rizado jalando lo directo a la habitación de los bebés, mostrándole cómo es que ya todo había quedado a la perfección.

— Está precioso —susurró el alfa más que feliz, cada vez está más cerca de tener a sus cachorros en brazos, pues el menor está por cumplir las treinta semanas.

— Ya sé —dijo el menor mordiendo su labio nerviosamente, ya que quiere preguntarle al contrario ¿si ya habían regresado? Ya que cada vez estaban más cariñosos.

— Vamos a sentarnos al sofá —pidió Emilio, sabe que el omega lleva un buen tiempo dudando en preguntarle si habían vuelto o no — Sé que te preguntas si ya las cosas están bien entre nosotros, ya que tu lobo me lo dijo —agregó al ver el rostro de confusión total.

— Cada vez me agrada menos el que te vaya con el chisme —reprochó el castaño abultado sus labios.

— Eso no pasaría si no tuvieras miedo de preguntármelo tu mismo —comentó el alfa, tomando de las manos a Joaquín haciendo que lo mirara a los ojos— Has esperado pacientemente a que yo piense las cosas lo cual te agradezco demasiado porque no es una situación fácil, por eso mismo es que... Te daré mi respuesta esta noche, prepararé una cena para nosotros dos, donde me responderás todas mis preguntas y te diré lo que pienso ¿de acuerdo? —continuó, tras una pausa de unos segundos.

Inconscientemente el castaño hizo un puchero, pensó que por fin podría saber y ahora resulta que debe esperar hasta la noche.

— ¿No me puedes adelantar nada? —preguntó el omega, a lo que de inmediato Emilio negó sonriéndole.

El resto de la tarde fue una tortura para Joaquín, el tiempo parecía pasar más lento que nunca en su vida. Por más que intento convencer al alfa que le dijera algo este se negó, al final agradeció que pudiera dormirse un par de horas para sí poder dejar de torturarse con los posibles sucesos de esta noche.

Al pasar las siete de la noche se metió a darse una ducha, para después cambiarse colocándose un pantalón negro especial para maternidad, con un tipo camisa azul que remarca su vientre abultado. Salió de su cuarto bastante nervioso, aunque al ver a Emilio parado junto a la mesa perfectamente decorada con algunas flores, sonriéndole, se sintió mucho mejor.

— Te ves muy bonito —susurró el rizado una vez que el menor estaba frente a él.

— También te ves bien —musitó Joaquín — Me siento como en nuestra primera cita —admitió.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora