t r e i n t a y c i n c o

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Joaquín comenzó a llorar suavemente, abrazando a sus padres que lo miraban de la misma manera.

— No mi niño, tú no sufrirás lo mismo que yo, no verás a tu hijo llorar sin poder hacer nada para consolarlo, no te perderás sus cumpleaños o cada uno de sus logros —susurró Lucas dejando un beso en la frente de su hijo. — Te amamos con todo nuestro corazón, siempre estamos contigo, eso jamás lo olvides, en algún momento nos recontáremos, pero ese momento no es ahora.

El castaño separó confundido, mirando como sus padres le sonreían bastante felices, se acercó a abrazarlos sin saber la razón, al alejarse logró ver a un par de señoras que le sonreía, le costó un poco identificarlas sin embargo en cuanto lo hizo sonrió.

— Cuida mucho a nuestro hijo, dile que lo amamos, que en todo momento estamos con él y que sabemos que le pusieron nuestros nombres a su bebé —susurró Danna y la madre del alfa— Cuídate también tú y a nuestros nietos.

Una luz cegó por completo al omega antes de que todo se volviera completamente negro. Sin saber que había pasado, sintió sus ojos sumamente pesados, esforzándose para poder abrirlos, viendo una habitación de color blanco, por un momento pensó que estaba de nuevo junto a sus padres, sin embargo al enfocar su visión logró ver que no era así, ya que vio una ventana, giro un poco su cabeza encontrándose con Emilio llorando mientras lo miraba.

— Pequeño despertaste —susurró Emilio, acercándose para abrazar a su esposo, ya que esté llevaba más de diez horas inconsciente después de que lo salvaron de milagro en el quirófano— Estaba tan preocupado, pensé que me dejarías cuando dejé de sentir tu lobo.

— ¿Y mis bebés?—intrigó suevemente, ya que le costaba hablar.

— Están bien, los tuve que colocar en mi pecho sin playera para que sintieran mi calor y dejaran de llorar, ahorita están en una incubadora juntos durmiendo, deberán estar ahí un tiempo —comentó el alfa con una pequeña sonrisa al recordar el hermoso momento de tener a sus bebés en brazos.

— Quiero cargarlos, llévame a donde están —suplicó Joaquín, intentando levantarse de la camilla, sin embargo el rizado se lo impidió.

— No primero te revisarán, recuerda que acabas de tener una cesárea y debes cuidarte —murmuró suavemente, dejando un beso en la frente de su esposo, antes de salir de la habitación en busca de la doctora.

El omega hizo un puchero, acomodándose un poco en la cama soltando un quejido de dolor, ya que la herida de la cesárea le incomodaba bastante, solo que no se había dado cuenta por la preocupación que tenía de sus cachorros. También noto como es que su pecho había crecido algo, debido a la leche, nada muy notorio si no prestabas atención.

Momentos después entró la doctora comenzando a checar el cuerpo del castaño, mientras le hacía varias preguntas respecto a cómo se sentía y demás.

— Al parecer todo está bien, de tomas maneras te mandé a hacer unos estudios. Te daré permiso de ir a ver a tus cachorros, solo debes tener cuidado con tu herida para que no se abra, por lo que iras en silla de ruedas, quizá puedas amamantarlos, ya que rechazaron la fórmula, por lo que los estamos alimentando con sueros —dijo la doctora.

Joaquín asintió sintiendo un pinchazo en su corazón cuando dijo que sus bebés no habían comido prácticamente nada. A la habitación entró una enfermera con una silla de rudas que tomó el alfa, acomodándola para ayudarle a sentarse, empezando el trayecto al área donde estaban sus cachorros, al llegar se acercó de inmediato, logrando poner su mano en el vidrio de la incubadora donde estaban aquellos pequeños bebés con mejillas regordetas.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora