v e i n t i t r é s

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— ¡Alfa! —gimió Joaquín con los ojos en un tono azul, sintiendo un gran calor en todo su cuerpo.

El celo se había adelantado unos días posiblemente por la repentina separación, por lo que el lobo del castaño había tomado el control y desde entonces no dejaba de llamar a su pareja.

Solo habían pasado dos días de la separación y el omega se sentía cada vez peor, Adriana había estado con él casi todo el tiempo, al menos hasta hoy, que logró convencerla de que se fuera, no sin antes prometerle que no buscaría a Emilio. Por más que quisiera ir a verlo, no sabía dónde estaba y tampoco era correcto.

— ¡Alfa! —jadeó el lobo de Joaquín al quitar su ropa, sintiendo el lubricante escurrir por sus piernas además del calor infernal que sentía en la zona.

Estaba tentando a intentar bajar el calor él, pero sabía que solo lo lograría con ayuda de su enlazado. Sin embargo la molestia aumentó aún más, por lo que estaba a punto de intentar sentirse mejor, cuando la puerta fue abierta de golpe.

Emilio estaba parado con la respiración agitada y los ojos teñidos de color rojo, o mejor dicho el lobo de esté, ya que era obvio que tenía el control.

— ¡Alfa! —susurró Joaquín suavemente, sintiendo un poco de alivio del inmenso calor.

— Está bien, mi omega —murmuró el rizado acercándose a abrazar al omega, subiéndose a la cama, aliviando su cuerpo— Ya estoy aquí.

— Hazme tuyo —jadeó el castaño, con la mirada perdida en los ojos rojos contrarios.

— Nadie nos separará, primero nos dejaremos morir omega —susurró Emilio aún controlado por su lobo.

— Sí, alfa —comentó.

Aquella pareja que estaba controlado por sus lobos unió sus labios, besando pasionalmente, mientras que Joaquín quitaba la ropa de su alfa, pues él ya estaba desnudo.

Rápidamente ambos se encontraban desnudos, se admiraron unos momentos, antes de que Emilio se inclinara para poder besar la zona interna de los muslos de su omega, sintiendo el sabor del lubricante que estaba escurriendo en su boca, escuchando los jadeos de satisfacción.

— ¡Anúdame! Por favor Alfa duele mucho —suplicó cuando el calor se intensificó en su cuerpo.

El rizado se reincorporó, quedando de nuevo encima de su omega, tomó el miembro entre sus manos, alineándolo a la entrada húmeda de esté, comenzando a introducirse lentamente, jadeando por el placer.

Casi de inmediato el vaen de caderas comenzó, sacándole gemidos a ambas partes. Extrañaban tanto el estar juntos, ya que solo podían hacerlo cuando estaban en celo lo cual era cada cuatro meses aproximadamente, pues variaba por algunos días. Por eso es que disfrutaban de cada momento, eran solo ellos, sin tener que estar solo observando.

Emilio reforzó el agarre en las caderas de su omega, aumentando un poco el ritmo, inclinándose para unir sus labios en un beso torpe.

— ¡Más, alfa! —pidió Joaquín, sintiendo un gran placer, en todo su cuerpo— ¡Ah, mhg! —gimió sintiendo como tocaban su punto.

El rizado sonrió un poco, al ver las expresiones de placer de su omega, antes de inclinar su rostro besando el cuello de esté, sintiendo el orgasmo cada vez más cerca.

— ¡Mi omega, solo mío! —gruñó Emilio aún siendo controlado por su lobo contra en cuello de su destinado.

— ¡Tuyo Alfa! —gimió el lobo del castaño, cegado por el inmenso placer.

Tan solo unas estocadas más, bastaron para que el orgasmo llegara, el primero en verse fue Joaquín siendo seguido por el rizado quien de inmediato su nudo comenzó a formarse al tiempo que mordía de nuevo en el cuello, reforzando el lazo.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora