s e i s

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La última semana ha sido bastante buena. Luego de que hablaran en la cafetería y comenzarán a darse una oportunidad han pasado bastantes cosas.

Joaquín se encuentra un poco más alegre aunque la muerte de su padre sigue presente, quizá ya no llora diario, pero sigue sintiendo un gran vacío. Respecto a la situación con el alfa, se ha mantenido bastante bien.

Incluso ahora se ven mucho más que antes, pues él rizado consiguió una oferta de trabajo en la universidad, no era algo muy grande por lo que tenía tiempo de seguir en su trabajo anterior mientras estaba en la escuela en la oficina que le dieron.

Cuando el castaño se entero del nuevo empleo de Emilio se alegro mucho, pero no tanto como lo hizo su lobo, que últimamente estaba más inquieto y mucho más feliz de costumbre, cosa que le causaba gracia, pues ya era costumbre escuchar los comentarios que hacía cuando estaba cerca del alfa.

Desde que el rizado comenzó a trabajar en la universidad Joaquín siempre va a visitarlo a su oficina antes de comenzar las clases, parándose más temprano de lo habitual para poder platicar más que unos segundos y hoy no sería la excepción.

El omega baja de su auto adentrándose rápidamente en la escuela, caminando directo a la parte trasera, donde estaba el teatro y por supuesto la oficina de Emilio. Soltó una pequeña risita al escuchar los chillidos emocionados de su lobo y como le pedía que en cuento entrará se sentará en el regazo y escondiera su rostro en el cuello para sentir más fuerte el delicioso aroma. Decidió ignorarlo una vez que se paro frente a su destino, junto cuando iba a tocar se escucho como hablaban.

— Puedes pasar pequeño —susurró el alfa con voz más grave de lo normal, causando que el castaño se estremezca en su lugar.

Lentamente Joaquín abrió la puerta encontrándose con el rizado sentado frente a su escritorio, mirándolo fijamente; cerró de nuevo la puerta tras pasar, aún manteniendo sus manos detrás de él se acercó hasta sentarse en la silla frente al contrario.

— ¿Cómo sabias que era yo? —intrigó el castaño, sonrojándose un poco.

— Sentí tu olor casi desde que entraste a la universidad, como también tu nerviosismo antes de que te diera el paso —respondió el alfa, con una gran sonrisa que de inmediato fue correspondida— ¿Qué es lo que ocultas detrás de ti?

— Casi olvidaba darte esto —sacó una azucena detrás de él, extendiéndosela al rizado junto con un chocolate de coco; continuando con la costumbre que comenzó desde que fueron al café.

— Gracias —susurró Emilio tomando la flor entre sus manos, oliendo el lindo aroma que tiene, antes de colocarla en el florero donde están las otras azucenas del día anterior; dejando el chocolate sobre su escritorio — Al parecer si te tomaste enserio lo de enamorarme con mis cosas favoritas.

— Aun no entiendo por qué tanto amor por las azucenas —musitó Joaquín, el alfa soltó una risita.

— ¿Es serio? —preguntó el rizado, a los que el omega asintió— Es por ti, tu segundo olor es esa flor y me encanta por eso —admitió sonrojándose un poco.

El castaño soltó un pequeño suspiro antes de que también sus mejillas se tiñeran de un rojo muy intenso. Al parecer debe acostumbrarse a estar todo el tiempo que esté con el alfa cerca a estar sonrojado.

— No sabía que te gustará tanto mi aroma —murmuró el omega con una sonrisa.

Emilio se levantó de la silla, caminando hasta donde está el castaño, incandose a su lado, quedando a la misma altura, para poderlo tomar mejor de las mejillas y hacer que lo mire.

Dispuesto - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora