CINCUENTA Y CUATRO

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Lauren

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Lauren

Amir me dejó claro que para perdonar tenía que olvidar, entendí su dolor al sentir como me lo describió y entonces decidí darle tiempo, pero sin rendirme.

—Vamos, Sarah hay que darse prisa.

Las hermanas de Amir me estaban ayudando a decorar el jardín de nuestra casa, mientras mi suegra preparaba dulces típicos árabes para acompañar en un día como hoy.

—Ojalá que le guste— dije mientras las chicas se reían al verme hablar sola.

—Cálmate cuñada que como no le guste lo hecho de casa.

—Lauren, mi esposo invitó a una amiga de la familia y a su hija, espero que no te importe que estén.

—Claro que no, además cuanto más somos mejor.

Fatima sonrió y se marchó a terminar lo que estaba haciendo.

Era todo un caos, cada quien hacía algo y en vez de preparar una fiesta de cumpleaños parecía una boda.

—Lauren, tu celular está sonando.

Fui corriendo a contestar y para mi sorpresa se trataba del abogado del que me habló Laura.

—Señora Evans, su amigo me comunicó que estaba fuera de Londres y me dio su nueva ubicación por eso tomé la decisión de ir a verla, debemos que hablar de las condiciones y el testamento de su hermana.

Al parecer él tenía constancia de la verdad.

—La señora Del Valle me contó su última voluntad y estoy haciendo mi trabajo.

—Está bien.

—Muy bien, señora la volveré a llamar cuando esté ahí y concertamos una cita.

No quería mentirle de nuevo a Amir, no lo deseaba por eso estaba dispuesta a contarle la verdad y lo que planeó Laura.

—Bienvenidas — recibí a las tías de Amir, son tan dulces.

— Lauren, la tarta ha llegado— Sarah gritó desde lejos.

Fatima se ocupó de sus hermanas y yo me fui corriendo. — Sarah, en vez de estar pegando gritos no sería mejor que la metieras en la nevera y dejaras de estresarme con tus aullidos.

Hannah se rio al ver la cara de Sarah. —Lauren tiene razón, Sarah no sé qué sería de ti el día que te cases y tengas que organizar tu boda.

Todas nos reímos al unísono al ver cómo Sarah fingía sentirse molesta.

Por muy sexy que me ponía para seducir a Amir, este se resistía a mí, pero al menos lo dejaba excitado, ya que su pantalón lo delataba.

—Miren chicas me tiemblan las manos de lo nerviosa que estoy.

Pagada para seducir al ÁrabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora